30 mayo 2017

Bernardo Guarachi, el reto de un alpinista de altura



A sus 64 años de edad pretende culminar su carrera haciendo cumbre en el macizo Vinson, la montaña más elevada de la Antártida. Su reto es coronar los siete vértices más altos de los continentes, de los cuales ya logró seis: Everest (Nepal), Elbrus (Rusia), McKinley (EEUU), Kilimanjaro (Tanzania), Carstensz (Nueva Guinea) y Aconcagua (Argentina). Intenta ser el primer boliviano en cumplir ese reto, así como lo hizo con el Everest en 1998.

La oficina de Bernardo Guarachi, ubicada en el segundo piso de un modesto edificio de la avenida Camacho, de la ciudad de La Paz, siempre parece estar en tinieblas pese a tener la luz encendida. El lugar atesora algunos de los recuerdos más preciados del montañista: fotos de gran tamaño con irrepetibles compañeros de cordada, como el ya fallecido escalador kazajo Anatoly Bukréyev, medallas y reconocimientos, fragmentos de roca traídos desde los lugares más recónditos y elevados donde clavó su piolet, libros y publicaciones en distintos idiomas que testimonian sus hazañas en el mundo del montañismo.

Para este aimara de casi 1.60 metros de estatura y unos 50 kilos de peso, no hay límites en su ánimo ni en su capacidad física para atacar cimas. A su edad, asegura, muchos de sus alumnos ya se jubilaron mientras que él ni siquiera tiene problemas de rodillas. Pero esa vitalidad se ha visto mermada anímicamente por la falta de capital para lograr su último objetivo.

Los recursos cada vez son más escasos en el mundo del alpinismo, y más en un país como Bolivia, donde el montañismo está lejos de ser un deporte nacional y la alta montaña aún se mantiene en un círculo cerrado de expertos practicantes y conocedores que no pasan de 30.

Con palabras que pueden sonar a vanidad, Bernardo asegura que "el Estado perdió un valioso recurso humano" en él, al no otorgarle el apoyo debido. "Si hubiera tenido el apoyo del Estado hubiera logrado muchas cosas más", remarca.

Haciendo cuentas con las manos, de manera enfática, calcula que un 90% de los recursos para lograr cumbres internacionales salió de su bolsillo y sólo un 10% del auspicio de algunas empresas públicas y privadas.

Bernardo también coronó ochomiles como el Makalú y Cho Oyu, en Asia, y en la región picos como el Huascarán en el Perú; Ojos del Salado en Chile; Chimborazo en Ecuador, y recorrió como una cabra las 22 montañas de más de 6.000 metros de altura en Bolivia, haciendo incluso repeticiones centenarias en algunas de ellas como en el Illimani, Sajama y el Huayna Potosí.

"Por la cantidad de veces que subí montañas, tal vez hasta ya di la vuelta al mundo", refiere haciendo cálculos mentales.

Así como en lo económico, el alpinismo a Bernardo le ha costado mucho en otros aspectos. Estuvo en dos ocasiones en peligro de muerte (en el Everest y el Makalú), descuidó a su familia, se ganó muchos disgustos y pleitos, pero por sobre todo perdió amigos y ganó enemigos.

"Todo el mundo me odia, casi toda La Paz debe ser mis enemigos", expresa Bernardo con exageración al referirse a quienes le hacen la guerra por las redes sociales tratando de minimizar sus hazañas.

Incluso recuerda que uno de sus ahijados, a quien enseñó el oficio desde muy joven, ahora habla mal de él. "Dice 'yo escalo mejor que Bernardo, él no sabe", refiere.

Atribuye esta situación a la fama que consiguió y que sigue haciendo noticia, mientras que sus colegas nacionales "no se atreven a hacer como Bernardo, seguro tienen temor". Palabras que le han costado muchas críticas y calificativos desde ególatra e individualista hasta antiético.

Abandonado en Chile

Bernardo Guarachi, huérfano de madre, se crió con su padre y tres hermanos en un cantón de Patacamaya, donde nació. Al cumplir los siete años fue entregado por su progenitor a una familia del lugar que migraba a Chile.

Esa familia lo abandonó a su suerte cuando se dirigían en tren hacia Arica. Viajó escondido bajo el asiento por no tener documentos, y al ser descubierto por el cobrador, quienes lo llevaban lo negaron.

Recuerda que fue bajado del tren a eso de las 2 de la madrugada, en la estación de Villa Industrial, territorio chileno, y dejado a su suerte en la inmensidad de una noche cerrada.

"Me acuerdo que todo era oscuro y descampado, no había nadie en el lugar, ni perro ladraba". Bernardo lo recuerda como uno de los episodios más tristes de su vida.

Al día siguiente fue enviado a Visviri en otro tren por el jefe de la estación de Villa Industrial que lo acogió esa noche, y seis meses después fue llevado a Arica por Justo Suárez, un maquinista de locomotora, que junto a Fermín Burgos, un banquero socialista, lo adoptaron. Su formación primaria, secundaria y técnica la hizo en Chile, país que también le otorgó nacionalidad. Vivió ahí diez años.

"Si no hubiera ido a Chile qué hubiera sido de mi aquí (en Bolivia), es lo que siempre me pregunto. Creo que Chile me ha abierto siempre un espacio fuerte, me ha abierto los ojos y ese interés de ser viajero". Considera que esa etapa de su vida influyó en tener un espíritu libre y amor por la naturaleza.

45 años después, Bernardo continúa soñando con Arica. En sus sueños se ve en la casa cerca de la playa donde vivió, recorriendo los montículos de arena, jugando con sus hermanos adoptivos, bañándose en el mar. Dicen que la infancia es la etapa más inolvidable de la vida de una persona, y Bernardo da fe de eso. "Siempre sueño que regreso, que estoy ahí con todos los chicos, jugando... de niño uno siempre es feliz", bosqueja una sonrisa melancólica.

Pero todas esas imágenes sólo quedaron en el recuerdo, la casa que lo albergó y donde vivió muy feliz ahora está abandonada. En un reciente viaje a Arica, Bernardo la vio destechada y habitada por vagabundos.

Él aún mantiene contacto con su familia adoptiva. Dice que están muy orgullosos de su carrera de montañista.

Bernardo, al igual que quienes lo acogieron, abandonó Chile por la dictadura de Augusto Pinochet. Los diez años que pasó ahí no tuvo contacto con su familia en Bolivia. Lo creyeron muerto. Cuando regresó tuvo que hacer esfuerzos para convencerlos de que estaba vivo, que el hermano e hijo desaparecido había regresado.

"Fue un momento muy bonito, la recepción, lloré mucho, no me han reconocido al principio", recuerda Bernardo, que encontró ya hombres y mujeres a sus hermanos y a su papá con una nueva familia.

El contacto con el hielo

Aureliano Buendía, en Cien años de Soledad, vivió una experiencia fundamental al conocer el hielo de la mano de su padre; muchos años después frente al pelotón de fusilamiento recordaría ese momento. Bernardo Guarachi vivió lo mismo a los 19 años, en su primer contacto con el glaciar del macizo Condoriri en 1974.

Fue al acompañar a una delegación alemana. Eran unas 16 personas que subían a la montaña. "Yo los seguí, iba por detrás, hasta la lengua de glaciar, y tuve la oportunidad de tocarlo, desde ese momento me encantó", recuerda. En ese entonces trabajaba con un español en la agencia de turismo Bolivia 6.000.

En 1981 Bernardo inició su carrera profesional como alpinista, luego de sus estudios realizados en Alemania, donde permaneció durante tres años, gracias a la invitación de un alpinista alemán, con quien hizo muy buena amistad.

La polémica del Everest

Bernardo reconoce que su formación en alpinismo en Alemania le abrió muchas puertas y le dio autoridad en el mundo del montañismo nacional. Pero hay quienes dicen que solo cultivó su ego y sus pretensiones. Las versiones de ida y vuelta han creado una atmósfera enrarecida en el pequeño mundo del montañismo boliviano.

En una oficina de la zona de Sopocachi, planta baja de un edificio, José Camarlinghi, presidente de la Asociación de Guías de Montaña en Bolivia, del cual Bernardo es miembro, expone sus dudas sobre el triunfo de Guarachi en el Everest y apunta a Juan Carlos Escobar, montañista ya fallecido, como el primer boliviano en conquistar la cima del Chomolungma, como se conoce al "techo del mundo" en el Tibet.

"Yo tengo dudas, pero no puedo decir que no ha subido, no estaba ahí, no puedo afirmar absolutamente nada, yo más bien prefiero decir que el primer boliviano que ha subido (al Everest) ha sido Juan Carlos Escobar", expresa Camarlinghi.

Dice que otro tema polémico es el Makalú, a donde Bernardo viajó con el famoso guía Anatoly Bukréyev. "Anatoly en sus memorias dice que Bernardo no tenía técnica, pero que era muy fuerte, pero Anatoly dice que no llegaron a la cima del Makalú", refiere Camarlinghi. Sin embargo, Bernardo muestra una foto junto a Anatoly en la cima del Makalú y da una explicación del por qué no está en el registro.

Para el director general de la Escuela de Guías de Montaña, Sergio Gómez, aparte del tema de la técnica, el problema de Bernardo es el individualismo. "El ego tan grande que tiene, porque según él, es el único que puede dar un curso, es el único que sube a las cumbres".

Lo cierto es que cuatro escaladores bolivianos se pararon sobre los 8.848 metros de altura del Everest, venciendo la más inimaginable prueba de resistencia física y psicológica, superando la zona de la muerte, de los 7.300 metros hasta la cumbre, donde no hay oxígeno, en un agotador ascenso, en una ruta donde está presente la muerte, sembrada de cadáveres de más de 200 alpinistas que hicieron un viaje sin retorno.

La Base de Datos del Himalaya que guarda los registros de la legendaria Elizabeth Hawley, anotadora oficial de los ascensos, certifica que Bernardo Guarachi Mamani fue el primer boliviano en llegar a la cima del Everest el 25 de mayo de 1998 a las 5:55 hora de Nepal, a los 45 años. La ruta utilizada fue la sur.

El segundo boliviano que subió el Everest, pero bajo la bandera de EEUU, fue el médico Nils Antezana, el 18 de mayo de 2004, a los 69 años. Murió en el descenso. Su cuerpo no fue encontrado.

En tercer lugar está Carlos Escobar Aguilar, el 17 de mayo de 2006, a las 15:15 hora de Nepal, a los 44 años.

Por último, Javier Henry Carvallo Contreras, el 13 de mayo de 2011, a las 4:30, hora de Nepal, a los 48 años.

La información fue proporcionada por Richard Salisbury, analista de la Base de Datos del Himalaya.

Bernardo Guarachi subió al Everest en mayo de 1998 junto con la expedición de Singapur. David Lim, director de la expedición, da fe de ello. "Él estaba solo en la cima, fue el primero en llegar de la expedición", señala mediante un mensaje de texto enviado para esta crónica.

Lim recuerda que Bernardo planeaba subir la montaña con apenas un sherpa y sin oxígeno de botella.

"Trajo una botella de oxígeno de nosotros para usar en la escalada, y luego nos devolvió usando solo la mitad. ¡La mayoría de los escaladores habrían usado DOS botellas!", señala en el mensaje.

Otro escalador de la expedición de Singapur, Swee Chiow, recuerda a Bernardo con mucha admiración por su rapidez y fortaleza.

"Bernardo es un superhombre. Se mueve como los sherpas. Es el tipo más cortés que he conocido. Lo vi sentado todos los días fuera de su tienda, mirando las montañas (...) Su fuerza interior y su paciencia lo muestran", indica al portal Everest News, que lo considera un escalador de talla mundial.

Camarlinghi si bien pone en duda los logros en el alpinismo y destaca el "ego tremendo" de Bernardo, reconoce que "por lo menos ha hecho" por el alpinismo nacional.

"No sabemos si realmente lo ha logrado o no, pero ha ido, ha buscado la manera de hacerlo, creo que eso es muy loable, no es fácil conseguir el dinero y los auspicios, viajar, organizar, para nosotros es muy difícil, es casi imposible porque tenemos que estar trabajando para mantener a nuestras familias y (no) pensar en ir por tres meses al Everest en plena temporada", expresa.

Bernardo se queja de que nunca recibió el apoyo de sus colegas, ni una felicitación e invitación.

"He regresado (de subir montañas) y jamás me han dicho 'Bernardo, felicidades, te apoyamos'. Nunca me han dicho nada, están callados. Para fin de año siempre hay reunión de guías y ni siquiera me han enviado invitación", reprocha y culmina con un aciago: "Yo creo que todos los guías son mis enemigos".

Aún mucho por hacer

El veterano alpinista y guía de montaña, que lleva ya 36 años en el medio, señala que aún le falta mucho por hacer. Aunque el alpinismo en su vida está en la etapa final, su ascenso al Vinson no lo deja dormir.

"Tengo miedo a la muerte, no quiero morir, tengo muchas cosas todavía por cumplir", señala enfático, pero temeroso.

Sus años de estudio en Alemania le forjaron el carácter y la disciplina. Todo tiene que funcionar como un reloj, dice, todo tiene que ser preciso.

Detesta y reniega de la improvisación y la impuntualidad de la gente. "Esa programación existe cuando hablamos con los extranjeros, alemanes, suizos. Todos sus días son muy marcados. Todo debe funcionar con precisión en el turismo, pero acá (en Bolivia) te encuentras que el chofer no ha llegado a la hora porque se ha emborrachado, te pueden llamar a última hora para decirte que no van a llegar".

Su exigencia por la puntualidad lo ha llevado incluso a ya no citarse con su esposa porque asegura que "siempre llega tarde" y él solo espera máximo hasta diez minutos.

Cada vez que va a subir un pico, pide permiso y protección a la montaña. Lleva siempre consigo una pequeña ofrenda, gesto que aprehendió en uno de sus viajes al Cuzco. "Siempre pido que la montaña no me castigue", señala.

No va a las fiestas y tampoco bebe, es un tipo aburridamente sano, y si fuma "sólo es un cigarrito" y lo hace cuando está solo.

Encuentra que su único vicio es viajar, salir a donde sea. "Creo que ese es el mayor vicio que tengo", dice, y espera retomarlo con intensidad cuando deje el alpinismo profesional, que será cuando conquiste el macizo Vinson y sea el primer boliviano en lograr las siete cumbres más altas de los continentes.

Este año es el decisivo para ir a la Antártida, espera que sea así, mientras tanto seguirá buscando auspicios, porque se trata de la mayor inversión que haga después del Everest. Cuando lo logre, sólo le pedimos que regrese, lo estaremos esperando.

Bolivianos en el Everest

Bernardo Guarachi Mamani fue el primer boliviano en alcanzar la cima del Everest el 25 de mayo de 1998, a las 5:55 hora de Nepal, con 45 años de edad. La ruta utilizada fue la sur, según registros del Himalaya.

El segundo boliviano que subió el Everest fue el médico Nils Antezana, el 18 de mayo de 2004, a los 69 años, aunque lo hizo bajo la bandera de EEUU. Antezana murió en el descenso y su cuerpo no fue encontrado.

Carlos Escobar Aguilar fue el tercer boliviano en lograr llegar a la cima más alta del planeta, el 17 de mayo de 2006, a las 15:15 hora de Nepal, a los 44 años.

En cuarto lugar de entre los bolivianos que escalaron hasta la cumbre del también llamado Chomolungma, está Javier Henry Carvallo Contreras, que logró el hito el 13 de mayo de 2011, a las 4:30, hora de Nepal, a los 48 años.

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