02 mayo 2018

Roberto Nielsen-Reyes: ‘El deporte lo llevo en la sangre y el corazón’



El tiempo ha transcurrido. Tiene 75 años. Sin embargo, la firmeza de voz es la misma de siempre y la claridad conceptual también. El deporte siempre ha sido parte de su vida y en especial el hipismo.

“Lo llevo en la sangre, en el corazón, en la mente. Es una cuestión de espíritu místico, relativo a servir y no a servirse. Con ese sentimiento recuerdo permanentemente la máxima de Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos: mente sana en cuerpo sano”.

Roberto Nielsen-Reyes es palabra autorizada en la materia. Paceño. Agrónomo, graduado en Suiza. Políglota. “Hablo perfectamente cuatro idiomas, incluido el aymara”, refiere, antes de rememorar que montó a caballo por vez primera a los cuatro años y a los seis ya compitió para dar lugar a un ciclo que lo tuvo gradualmente como campeón nacional infantil, juvenil y tricampeón en categoría mayores.

Por su trayectoria, su nombre ha sido propuesto para que sea quien encienda el fuego olímpico en la inauguración de los Juegos Sudamericanos Cochabamba 2018 (del 26 de mayo al 8 de junio).

— ¿En qué medida su trayectoria deportiva ha sido, a su juicio, valorada?

— En el fondo, poco se reconoce. Y lo señalo no solo por mi caso. Lo importante es que conservo intacta la entrañable sensibilidad hacia mi país y a la vida deportiva. Me lo inculcó mi padre (Federico Nielsen-Reyes), cofundador y primer presidente del Comité Olímpico Boliviano (COB), fundador de los Juegos Deportivos Bolivarianos y también de los Sudamericanos, además de autor del Himno al Deporte, Sanos y Fuertes. Como resumen, formo parte de una familia de gran tradición olímpica. No hay que olvidar que la primera participación nacional en Juegos Olímpicos se remonta a 1936, en Berlín, con Arnold Nielsen-Reyes como abanderado y el segundo abanderado en Alemania fue quien le habla, el año 1972, en Munich. Por eso, con orgullo, enfatizo mi estirpe olímpica. Ocurre que es muy posible que las nuevas generaciones de deportistas y dirigentes desconozcan esta situación y no está demás ubicarla en el tapete de la actualidad. Siempre, asimismo, rivalicé para vencer, no limité el asunto a participar; y cuando no gané el sinsabor duró varios días, pero al mismo tiempo representó un incentivo para esforzarme aún más en el siguiente concurso.

— ¿Cuál es la esencia de un buen jinete?

— Constancia, perseverancia, mucho trabajo y conocimientos. Todo muy alejado de la improvisación. Para llegar a un Juego Olímpico debe haber como mínimo una preparación de ocho años, plena de ahínco y voluntad. Aparte, la compenetración del binomio es fundamental.

— ¿Qué sensación tuvo cuando, recientemente, la Comisión de Atletas Olímpicos del país lo postuló para encender el fuego sudamericano de los próximos Juegos, en Cochabamba?

— No solo muy agradecido, sino gozoso, extremadamente contento. Se trata de una organización avalada por el Comité Olímpico Internacional (COI), que dispone de voz y voto en las asambleas nacionales, y que en nuestro caso reúne a quienes hemos tenido el honor de representar a Bolivia en la principal competición multidisciplinaria del planeta. Constituye un gesto que reconoce con objetividad una carrera y que de concretarse representaría el broche de oro para lo que humilde y respetuosamente le dispensé a la patria.

Tiene tres Juegos Olímpicos en el haber: México ’68, con Ukamau; Munich ’72, con Conquistador; Montreal ’76, con Concorde. En la segunda de las participaciones el mejor desempeño histórico de un deportista nacional hasta el momento (puesto 14). Si de Juegos Sudamericanos se trata, durante la versión inicial, en el país, conquistó oro por equipos y bronce individual. Entretanto, a nivel de Bolivarianos, se hizo de las primeras medallas que acredita el país: plata doble en Maracaibo 1970. Siete años después, como anfitrión, reiteró la presea plateada en el Gran Premio Copa de las Naciones. Y, por si fuera poco, desde 1978, en dupla con Conquistador, conserva un récord nacional imbatido, el de saltar un obstáculo de dos metros y trece centímetros.

Roberto Nielsen-Reyes en su domicilio, donde tiene la estatua de un caballo. Foto: Oscar Dorado Vega

“Hablar de uno es siempre difícil. Se tiende a confundir con egolatría. Si debo sintetizar es dable indicar que se trata de realismo, de logros alcanzados por un ciudadano deportista que, al margen de las épocas, no han sido superados. Apelo a la comparación con un fruto de la naturaleza, el tumbo. Empieza de la tierra y va desarrollándose de modo lento pero seguro hasta arribar a la cúspide. Para los Juegos Olímpicos de 1972 desarrollé una preparación cargada de gran tenacidad. El entrenamiento técnico diario fue de seis horas como mínimo, además de preparación física y respaldo sicológico. La integración al équido es, por supuesto, esencial y lo expreso con conocimiento de causa porque a lo largo de mi vida como equitador tuve más de ochenta caballos. ¿El mejor de todos? Conquistador, que estuvo en el escalafón como décimo en el mundo. Nació en Alemania y lo preparé desde sus cuatro años. A los 12 alcanzó jerarquía olímpica; imagínese cuánto trabajo…”.

En una de las puertas interiores de su residencia puede leerse, enmarcada, una expresión de creación propia: “Siempre en mi caballo, un buen amigo hallo”. Y la fidelidad con Conquistador se traduce en la escultura que lo refleja, obra del artista peruano Joaquín Ugarte, acompañada de una plaqueta que Nielsen-Reyes firmó tras una leyenda reveladora: “Mi eterna gratitud deportiva por tu nobleza. Por siempre y para siempre tuyo”.

— ¿Qué le dejó su paso como dirigente, como presidente del Comité Olímpico Boliviano?

— Recuerdos muy gratos. Sacrificio personal también. Las épocas han cambiado. En ese entonces el apoyo económico proveniente del exterior resultaba magro, no llegaba ni a cinco mil dólares anuales. La situación actual es absolutamente incomparable. Y me remito no a algo personal, sino al fútbol. Tuvimos al “Maestro” Víctor Agustín Ugarte, un genio con el balón, que quizás nació en una época equivocada porque si hubiera jugado en décadas posteriores hubiera ganado una fortuna… La dirigencia es importante y valiosa para el desarrollo deportivo, pero el halago del atleta que porta los colores de su país adquiere rango sublime. Dejé de ser competidor cuando asumí en el COB; obviamente no podía ser juez y parte.

— Si tuviera que recapitular un episodio de su trayectoria, ¿cuál seleccionaría?

— Son muchos, muchísimos, pero rescato el trayecto a mis primeros Juegos Olímpicos. Nada menos que 28 días en barco desde Holanda hasta México. En Europa llevaba a la caballada en un tráiler y conducía yo mismo; de Madrid a Londres fui con ocho caballos… Gané el Gran Premio de La Coruña y eso se publicó en Bolivia 15 días después… ( y lanza una carcajada).

— ¿Cómo avizora la próxima edición de los Juegos Sudamericanos de Cochabamba?

— Será una gran fiesta. Se ha hecho mucho y bien en función de infraestructura. Eso quedará para beneficio del deporte nacional. Me consta, por otra parte, el esfuerzo de nuestros deportistas, que buscarán ser dignos dueños de casa. Es cierto que carecen, en su mayoría, de roce internacional constante, pero por empeño y denuedo no se quedarán atrás.

Hombre de mundo. Fue invitado a un festejo de cumpleaños de Fidel Castro. Entrenó al equipo ecuestre chino antes de su primera incursión olímpica. Lo distinguió la Organización Deportiva Sudamericana (Odesur). Su galería de copas, trofeos y galvanos es inmensa. Al presente monta por placer a orillas del lago Titicaca, ahí cercano a la comunidad Sorejapa, donde acredita más de una muestra de aprecio. Es el mismo a quien se conoció como “Trotecito” en las pistas...

“Es que supe afrontar una valla superior a los dos metros sin correr y arreglándome la corbata… Desde luego que el obstáculo fue superado”.

Nielsen-Reyes y la médula de su identidad competitiva. En un deporte a veces considerado elitista encumbró, como preparador, al primer jinete indígena originario: Julio Salles Baltazar, campeón nacional a quien, inclusive, posibilitó su presencia en Europa. Sí, el tiempo ha transcurrido, pero su registro olímpico luce incólume. Toda una carta de presentación. Vigente a despecho de cualquier almanaque.

(Oscar Dorado Vega es periodista, colabora en este número con Marcas Plus)

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