29 mayo 2017

La chef Irusta, la campeona migrante



Geovana Irusta Pinto es recordada como la mejor marchista boliviana de su época hasta que se retiró en 2013. Participó en tres ediciones de los Juegos Olímpicos. Fue campeona sudamericana ocho veces consecutivas, con récord incluido; campeona iberoamericana, tres veces medalla de oro bolivariana y dos de plata panamericana. Fue, además, multicampeona boliviana.

“Hoy soy una inmigrante más”, dice Irusta, radicada desde hace años en Buenos Aires, capital argentina, donde hizo sus últimos pasos como atleta para luego abocarse a otra actividad.

“Me dedico a algo totalmente diferente, abrí un restaurante en Buenos Aires donde promociono la comida de Bolivia. Sigo haciendo patria desde otra actividad”.

Bolivia Gourmet se denomina el restaurante, en pleno centro del Barrio de Flores, donde Irusta ha encontrado “una forma de sobrevivir, de tener ingresos para mi familia y donde, de alguna manera, practico lo que me enseñó el deporte, que nada es imposible, porque donde uno pone voluntad y dedicación en lo que hace puede triunfar”.

El local está abierto a todo público, pero especialmente va dirigido a la gente boliviana residente en Argentina.

“A esas personas les brindamos una alternativa de tener un rinconcito de su patria así estén lejos de ella, y a los argentinos y personas de las demás nacionalidades que viven en este país, les invitamos a que puedan degustar de nuestra gastronomía”.

La vida de Geovana Irusta ha cambiado radicalmente. No están más en su agenda las horas y horas de entrenamientos, esa parte de su preparación a la que le dedicaba mucho tiempo en su época de atleta de élite. Tampoco los viajes para afrontar competencias internacionales que le llevaron a sitios inimaginables. Ahora se centra en que las personas que van a su negocio degusten la mejor comida nacional.

“Yo me encargo personalmente de dirigir la cocina, también preparo los platos que mi madre me enseñó. Dicen que la comida cuando se le pone amor y dedicación al prepararla sale muy deliciosa y eso es lo que hago. Tenemos platos de oriente y occidente”.

Se declara —además— “una chef empírica”, porque jamás estudió para serlo. Es más, confiesa que “nunca” fue muy afecta a la cocina; sin embargo, “como le dije antes, las circunstancias de la vida me obligaron a incursionar en este camino en el que jamás me especialicé”.

Trabaja en sociedad con Fernando Trino, el entrenador que la dirigió durante la mayoría de los años que fue atleta y quien hoy es su compañero.

Viven con Robert, su pequeño hijo, “un regalo de la naturaleza que lo estaba dejando postergado por mi carrera deportiva”.

Con mucho esfuerzo la pasan bien, aunque “ser inmigrante es muy difícil, creo que ningún inmigrante en el mundo puede ser pleno estando lejos de su propia tierra, pues nunca dejarás de ser un extraño. Igual, soy una agradecida con este país que hoy me brinda su cobijo, además mi hijo nació aquí y me va creo mejor de lo que me hubiera ido en Bolivia, ya que allá sentía que nadie se preocupaba por mi futuro, y quizá el error mío fue darme por completo al deporte; pero no me arrepiento de nada”.

Irusta estudió Administración Deportiva que “algún día” espera utilizar, cuando vuelva a Bolivia “para ayudar con un proyecto para que nunca más haya deportistas que tengan que migrar”.

Se ganaba la vida corriendo en pruebas pedestres

La exatleta con el equipo que trabaja a su mando. Foto: Rolando García

Marcharse de Bolivia fue una decisión difícil, pero sentía que en el país por el que compitió toda la vida ya no tenía cabida ni apoyo por la desatención a los deportistas y porque ni siquiera su experiencia en el ámbito del atletismo era reconocida, a pesar de que ella quería aportar desde diversos ámbitos.

“Ni antes ni ahora valoran el esfuerzo que una hace, ni todo lo que se entregó por completo para hacer quedar en alto a su Patria”, reniega Geovana Irusta.

Cuando se fue a Buenos Aires en 2010 se puso a competir en pruebas pedestres de ese país para intentar obtener algunos recursos económicos, incluso buscó clasificarse a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, “pero las condiciones no se daban, ya que volver a hacerlo sin apoyo como cuando empecé mi carrera deportiva era muy difícil. En Bolivia no daban lo mínimo necesario, dirigentes y autoridades ya se habían olvidado de mí y desde la distancia era muy difícil conseguir respaldo económico, así que me dediqué a correr por dinero para tener ingresos”.



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