26 febrero 2018

Limber, el muchacho que sueña con Paralímpicos tras su accidente


Su percepción de la vida es admirable.

Para empezar, nunca olvida darles un beso a su madre y a su padre (Esperanza y Modesto), antes de cualquier eventual despedida. Solo basta que alguno de ellos cruce la puerta de casa para que Limber Ríos (22 años) active la velocidad en sus manos, eche a andar su silla de ruedas, agite los latidos de su corazón y se acerque, extasiado, para estampar sus labios en la frente o en las mejillas de los jefes de la familia.

“Siempre los abrazo. ¿Qué tal si es el último día que los veré?”.

Para seguir, tampoco se intimida ante el acecho del miedo. La clase “intensiva”, sin pausas y presurosa en la que se metió desde 2014, cuando sufrió un accidente que lo dejó sin movilidad en sus piernas, le enseñó, entre otras cosas, que la peor discapacidad de un ser humano es ese, el miedo.

“No hay que temer a nada”, asume el muchacho, sosteniendo la mirada, sentado en el fondo de su casita de la Villa Moderna, en Quillacollo, que es habitada por él y su hermana Zulma, de 16 años.

Para finalizar, cree que si ahora se encuentra sin la posibilidad de caminar, es por “algo”. De lo contrario, jamás hubiera conocido a las personas que ahora lo rodean, como es el caso de Gino Saravia, quien lo alentó a practicar baloncesto cuando él estaba desmotivado, luego de pasar casi seis meses en la cama. “Es mi líder”, asegura, con relación al deportista también quillacolleño, que es contador y emana un espíritu combativo contagioso.

Limber es agradecido. Vive en una pequeña construcción que había solidificado él junto a don Modesto (cuando era un niño y aún podía caminar) adentro del lote familiar. Y aunque las peripecias del terreno a sortear en la entrada pueden ser un dolor de cabeza para algunos, para él son una suerte de entrenamiento.

Una sonrisa es buena garantía para certificar el ánimo optimista del deportista, que proyecta ser parte, algún día, de los Juegos Paralímpicos, “palabras mayores” si las hay, aunque no imposibles para quien tiene las ganas como bandera válida.

El Chiqui, un pinscher negro que entró a la “tercera edad” según el quillacolleño, es el que nunca falla en el saludo. Lo recibe cuando llega a las 22:30, luego de las clases aceleradas de bachillerato que toma en el CEA de Urkupiña. Lo despide, también, cuando Limber va a ayudar a su padre en el puesto de chapería.

“Mediante el tropiezo se conoce el progreso”, sostiene el atleta, que se enamoró del basquet hace tres años. Antes de su accidente, la canasta era poco menos que una práctica que no iba con su esencia.

“Ahora me encanta. Voy a dar lo mejor de mí. Quiero ayudar a personas y enseñar lo que aprendí con Gino (Saravia). Hay chicos que me preocupan porque están encerrados. También pasé por eso. Casi cuatro meses estuve en la cama. No sabía lo que era ir a un hospital. Fue una sorpresa para todos”.

“Sufrí harto. Tuve úlceras, casi me afectó hasta el hueso”, recuerda, sobre el proceso que le tocó superar cuando solo tenía 18 años y que llevó a la familia a deshacerse de un lote y un auto para pagar las deudas adquiridas con la clínica.

En la cancha, se desempeñaba como mediocampista. De hecho, justo el día en que se accidentó, Limber volvía de un partido. Entrenaba en el reconocido equipo Bata.

Es emprendedor. Su meta a mediano plazo consiste en no tener jefes. Pretende crear su propia empresa (analiza dedicarse al rubro electrónico) y disponer de sus horarios, de modo que nadie le mande.

“Algunos, en mi situación, se enferman y deben ir a cada rato a una clínica. Quiero algo mío”, ambiciona, el mismo que ya se compró un lote en Cercado que (celebra) ya vale el doble del precio en el que lo hizo suyo.

“En ese negocio nunca se pierde, ¿no? Cuando estaba trabajando me lo compré. Aprendí que la situación en la que uno se encuentra depende de uno mismo. Nadie lo puede hacer por mí. La decisión es personal”.

1 Hecho no esclarecido es su accidente. La Policía le dijo a la familia de Limber que se trató de un infortunio de tránsito, pero el muchacho no recuerda nada. Lo encontraron en la basura.



No hay comentarios:

Publicar un comentario