05 septiembre 2016

¿Por qué los bolivianos no ganamos medallas olímpicas?

DESAFÍO | EN UN MUNDO DONDE EL DEPORTE OLÍMPICO IMPLICA UNA CONSAGRACIÓN PROFESIONAL, ATLETAS Y ENTRENADORES BOLIVIANOS CARECEN DEL DEBIDO APOYO ESTATAL. SIN EMBARGO, SIENTEN QUE AVANZAN HACIA SUS PRIMEROS PODIOS. 
Uno de los valores del deporte reza que “lo importante no es ganar, lo importante es competir”. Bolivia, entre sonrojos, tendrá que apelar a ese principio a la hora de ver su situación en el podio olímpico histórico. Participa en los Juegos Olímpicos desde hace 84 años, pero nunca ganó una medalla.
Es más, nuestro país no tendría medallas aún, aunque hubiesen habido podios de 10 medallistas, incluso ni aunque hubiesen podios para 15 ó …16… ó 17 medallistas.
Digamos que, tras las olimpiadas de Río de Janeiro, Bolivia pertenece al “club de los 75”. Es decir suma entre los 75 países, sobre un total de 204, que nunca lograron una presea. A la hora de las siempre molestas comparaciones, valga añadir otro agravante: al menos 38 de esos 75 países tienen muy naturales dificultades para lograr medallas.
Citemos algunos de ellos: las Comoras, Islas Mauricio, Santo Tomé y Príncipe, Islas Seychelles, Belice, Islas Caimán, Dominica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas, Islas Vírgenes Británicas, Maldivas, Islas Cook, Islas Salomón, Andorra, Liechtenstein, Malta, Mónaco, Montenegro y San Marino. Es decir, son Estados que tienen superficie y población decenas y hasta cientos de veces menores que las bolivianas. Y otros compañeros del no-podio constituyen países que padecen crónicas crisis bélicas como Palestina, el Congo y Sierra Leona.
Con esa resta, Bolivia está en el grupo de los 33 países que no tienen mayores justificativos para no haber ganado nunca una medalla olímpica.

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Martín Michel
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EL CONMOVEDOR PODIO INTERNO
Bueno, pero definitivamente, “lo importante es competir”, y Río de Janeiro no resultó la excepción. Bolivia fue noticia internacional en los recientes Juegos Olímpicos solo en una ocasión. En plena ceremonia inaugural, Jose Alberto Quintanilla Moreno (19 años) redondeaba una historia sublime. Durante 12 años él y sus progenitores batallaron para que sea el primer nadador boliviano en clasificar a una olimpiada.
 Lo había logrado. La apoteósica bienvenida en el Maracaná a la élite del deporte mundial le recordó esa incansable lucha familiar. Miles de brazadas y cientos de duelos contra el cronómetro, hasta vencerlo, se convirtieron en dulces lágrimas que conmovieron no sólo a los bolivianos.
Se sabe que los padres de Quintanilla Moreno, José y Katerine, apostaron a que uno de sus hijos alcanzaría una marca olímpica. José además sostiene que entrenará a un campeón de los JJOO. Él es entrenador y ella múltiple campeona nacional y la deportista boliviana que más veces (cuatro) ha participado en las olimpiadas. Han hecho un equipo de 24 horas, condición excepcional para los atletas bolivianos.              
Porque eso de “lo importante es competir” dirá el principio deportivo. “Sí, pero competir en las mismas o similares condiciones que tienen nuestros rivales”, dirán cientos de ex atletas nacionales. A la hora de evaluar las causas del rezago boliviano quienes han dado la cara por el país tienen claras las causas.
         
¿CÓMO SE LOGRAN MEDALLAS?
¿Qué hacen los países que obtienen medallas? “Primero, realizan un reclutamiento, una selección de los jóvenes muy sistemática –dice Marco Luque, ex vicepresidente de la Confederación Sudamericana de Atletismo-. Son eso, sistemáticos, no trabajan al calor de la coyuntura o de la aparición de un atleta, lo hacen constantemente. Cada país tiene su esquema, EEUU se basa en universidades, los europeos en clubes. Pero sus programas implican que cuando un joven empieza a hacer ciertas marcas le brindan ayuda, de manera sistemática. Y a medida que mejora esas marcas le brindan más ayuda”.
El apoyo al que alude Luque resulta integral. Se orienta a formar atletas profesionales que reciban todas las compensaciones correspondientes a su sacrificio. “Los países exitosos en el deporte tienen programas de fomento para los diferentes niveles de competencia: básico, intermedio, alto y nivel olímpico, todo muy sistematizado también –añade Luque, hoy presidente de la Federación Boliviana de Atletismo-. Generar esos programas de fomento significa generar equipos de trabajo”.
Y si Quintanilla tuvo dos entrenadores en casa durante 12 años, lo regular en el deporte de élite mundial son equipos completos. Médicos, psicólogos, fisioterapeutas y entrenadores hacen un todo detrás de cada medalla. Y en Bolivia, desde siempre, ni siquiera se ha valorado el trabajo de los entrenadores.
“Muchas canchas sintéticas, mucha foto, pero el primer paso son los entrenadores -resume Fadrique Iglesias Mendizabal-. Sin ellos no habrá nada”. Iglesias tiene la especialidad de los 800 metros planos. Ha sido medallista en los juegos iberoamericanos de Puerto Rico (2006) y en los Bolivarianos de Ecuador (2001) y Colombia (2005). Ha participado además en las olimpiadas de Atenas (2004) y Beijing (2008). Y lamenta que el apoyo de entrenadores de alto nivel, tanto extranjero como nacional, haya sido frecuentemente menospreciado en Bolivia.

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karen Torrez
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¡ATLETAS SIN ENTRENADORES!
En efecto, a lo largo de por lo menos cuatro décadas entrenadores alemanes, cubanos, españoles, mexicanos y polacos de primer nivel llegaron a Bolivia. En el mejor de los casos formaron medallistas sudamericanos o panamericanos que sin mayor apoyo posterior debieron continuar sus vidas bajo comunes rutinas laborales. Hoy, gran parte de lo más granado del deporte boliviano se desenvuelve en oficinas, talleres de mecánica, empresas de seguridad, sastrerías entre otros oficios.
Los dramas de los atletas bolivianos bien pueden ser comprendidos a través de diversas artículos que el propio Iglesias escribe en su blog  (http://clavo.blogspot.com/). O, para una referencia aún más minuciosa, en su reconocida crónica “Policarpio Calizaya: el costurero que corría hasta sacarse el cuerpo”.
Y, claro, así resulta muy complicado esperar la formación de atletas profesionales y menos de entrenadores. Más aún, si hasta el esfuerzo de quienes alguna vez quisieron voluntariamente formar grandes atletas terminó por agotarse. Diversas voces relatan, por ejemplo, el caso del experto polaco Jerzy Hausleber en los años 70. Entusiasmado por el biotipo de los bolivianos andinos y las condiciones del ambiente, intentó impulsar la marcha atlética en Bolivia. Pero las autoridades lo dejaron sólo con un grupo de humildes pupilos. En 1997 se marchó a México donde formó a medallistas mundiales. Tras sus logros y el afecto que generó allí quiso que sus restos descansaran en tierra azteca.
También se recuerda el caso de Antonio Postigo. Se desempeñó como entrenador de la selección española de atletismo durante 20 años. Llegó a La Paz en los años 90 y forjó varios campeones y medallistas. Se enamoró de una boliviana y se casó con ella. En 2007 retornó a Bolivia dispuesto a apoyar lo que se esperaba como una revolución en el deporte. En 2008 ya se mostraba frustrado. A principios de ese año se marchó a Chile donde lo contrataron como asesor de un centro de alto rendimiento en Santiago. Hoy, ya jubilado, vive en España.
“Si queremos medallas, debemos entender que los entrenadores son fundamentales y no pensar que hacen su labor como un hobby –dice Luque-. Lamentablemente, en Bolivia la mayoría de los entrenadores no recibe pagos. Y lo propio con deportistas, con jóvenes, que deben dar ocho a 10 años de su vida para alcanzar el éxito, deberían tener una compensación que les permita organizar su futuro”.    

HOY TENEMOS A LOS MEJORES
Pese a todo, entre los contados entrenadores que lograron avanzar y permanecer activos en el deporte boliviano cuenta Martha Marín. Asimiló conocimientos de especialistas, sobre todo mexicanos, en marcha atlética que trabajaron en Bolivia. Luego formó a varios de los mejores representantes nacionales de esta disciplina. Tanto Luque como Iglesias destacan el nivel de Marín como lo más valioso en el momento en Bolivia.
Y pese a todo, aunque lejos aún de un programa estatal estructurado y sistematizado, en los últimos años se registraron iniciativas privadas y avances. “Los atletas que fueron a Río recibieron mucho más apoyo que sus antecesores, no de parte del Gobierno, pero nunca obtuvieron un apoyo como el que ahora han tenido –explica Luque-. No es el apoyo ideal, pero, ha derivado en la mejor representación boliviana a unos Juegos Olímpicos de la historia”.
Y, en efecto, pese a todo, en la preparación para los recientes JJOO se articularon programas de entrenamiento como el de los “Tunkas”. Fue patrocinado por la Cervecería Boliviana Nacional que se sumó significativamente al soporte que brindó el Comité Olímpico Boliviano. A eso se sumaron los esfuerzos federativos y la ayuda extranjera regular. 
Como nunca antes, seis de los 12 competidores bolivianos en las olimpiadas clasificaron por mérito propio, es decir, no fueron invitados. Y como nunca antes, de entre esos seis, dos, Ángela Castro y Ronal Quispe, clasificaron entre los 30 mejores marchistas del mundo.             
Que se recuerde, la mayor gloria deportiva boliviana llegó a través del fútbol entre los años 1993 y 1997. Aquella selección fue básicamente fruto de dos escuelas deportivas (Tahuichi y Enrrique Happ). Tuvo un proceso completo de preparación, incluido un centro de alto rendimiento, y un equipo multidisciplinario de apoyo. En 1994 la tabla de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) la ubicó en el puesto 30 y en 1997 llegó al 18. Resultan exacta y respectivamente los puestos que alcanzaron este agosto de 2016 los marchistas Quispe y Castro en las olimpiadas de Río.
“Nos hemos acercado un poquito más –dice Martha Marín-. Ya se puede soñar con una medalla, pero siempre y cuando haya políticas de apoyo, programas serios y proyección a largo plazo para los atletas. El apoyo no debe ser de dos o tres meses antes de la competencia, sino de todo un proceso para todo el deporte. Y el apoyo implica dinero, las medallas cuestan dinero para que el atleta se dedique sólo a entrenar y para que lo apoyen médicos, fisioterapeutas, laboratorios, en suma todo un equipo”. 
El reto surge a cuatro años de las olimpiadas de Tokio y a dos de los juegos sudamericanos que se realizarán precisamente en Bolivia. Quizás Castro, Quispe, quien sabe si Quintanilla o algunos otros se acerquen más al podio y tal vez hasta se suban a él. Dependerá de un apoyo integral desde el conjunto de los bolivianos.
Entonces las nuevas lágrimas a verter celebrarán no necesariamente haber derrotado rivales, sino, sobre todo, haber triunfado sobre nosotros mismos. Y entonces sí… “lo importante será competir”.


"En plena ceremonia inaugural, Jose Alberto Quintanilla Moreno (19 años) redondeaba una historia sublime. Durante 12 años él y sus progenitores batallaron para que sea el primer nadador boliviano en clasificar a una olimpiada"

"Nos hemos acercado un poquito más –dice Martha Marín-. Ya se puede soñar con una medalla, pero siempre y cuando haya políticas de apoyo, programas serios y proyección a largo plazo para los atletas" 


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Stefany Coronado
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