13 septiembre 2015

La vida de un campeón de fisicoculturismo, en peligro

El 1 de agosto de este año, Juan Monasterio Ibáñez, lleno de salud, competía por ser el mejor en el campeonato departamental de fisicoculturismo. Pero hace unos 25 días todo cambió, comenzó a sentirse débil y a tener dolores, que con el tiempo se intensificaron hasta vomitar sangre. El diagnóstico fue duro: tuberculosis.

Pasaron los días y a Juan, de 31 años, que en 2012 llegó a ser campeón nacional Míster Apertura, la enfermedad lo afectó más, y por ello desde hace cinco días está internado en la Clínica del Accidentado, ubicada en el cuarto anillo y canal Isuto. Allí, las recetas diarias, que no puede cubrir, llegan a Bs 6.000 o 7.000, además que debe por atención médica unos Bs 6.000.

“La verdad que Juan está mal. Necesitábamos que lo atiendan en el hospital San Juan de Dios, pero nos dijeron que el lunes nos darían medicamentos, pero él no puede esperar tanto tiempo”, explica Laurent Ibáñez, prima de Monasterio, y cuyo número de celular es 753-44595, para que llamen los que deseen colaborar.

En la clínica, Juan tiene que estar con oxígeno, pues ni bien se lo quitan se fatiga y le falta el aire. El deportista también convocó a la Gobernación y a la Alcaldía cruceña para que le den un mano. “Él representó varias veces al departamento y por ello le pedimos su ayuda”, manifestó Laurent, a quién los médicos le dijeron que la vida de su primo corre peligro.

Informado el presidente de la Asociación Cruceña de Fisicoculturismo del delicado estado de uno de sus afiliados, Hormando Landívar se comprometió a buscar ayuda y a hablar con los familiares del deportista para ver qué más se puede hacer. “Lamentablemente me dieron esta mala noticia en fin de semana, donde las oficinas están cerradas. El lunes me voy a mover para darle una mano a Juan Monasterio”, aseguró.

Otro golpe en su vida
Monasterio ha tenido que luchar contra varios obstáculos para convertirse en un deportista destacado del fisicoculturismo. Hace unos 15 años, en el cuartel, cuando sirvió a la patria, recibió un golpe de un sargento que le provocó la pérdida del sentido del oído. En esa ocasión incluso fue operado, pero el daño no tuvo vuelta y la sordera se mantuvo.


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