25 julio 2016

Mery y el coraje de llegar de pie a la meta

Allá no habrá favoritas. Está absolutamente convencida de eso. “En la cancha se ven los gallos”, tal como reza un refrán popularizado en Sudamérica.

Serán todas iguales. Ninguna contará con una “estrella dorada” en la frente ni aterrizará en el Sambódromo desde otra galaxia, como caída de un planeta con seres superpoderosos. El calor y el sol no harán distinciones de clase. Ganará la que “aguante” y sepa dosificar su resistencia; y claro, la que en el camino se salve de sufrir algún contratiempo. En una maratón, la línea entre la victoria y la derrota es muy fina.

Poco importa que al frente se pare la fondista número uno de España, Paula González, o que la peruana Wilma Arizapana intente hacer sombra, de antemano, con las 2 horas, 31 minutos y 32 segundos que ostenta como tiempo exquisito de clasificación que lucirá en Río de Janeiro.

La cochabambina Rosmery Quispe está feliz. No lo esconde. Los motivos están más que justificados. Por fin consiguió lo que tanto buscaba desde el 2012: estar en los Juegos Olímpicos, dos términos unidos que representan “palabra mayor” en el deporte.

La vorágine acelerada que envuelve su día a día está siempre enfocada en el entrenamiento, en el hecho de ir tramando nuevos planes para optimizar sus tiempos y en la estrategia que utilizará para rendir como ella anhela.

No promete podio. Esa proyección es tan ambiciosa como temeraria para quien prefiere mantener la humildad en alto y decir que se conforma con cumplir el trazado. “Antes de pensar en una medalla hay que correr. Terminar los 42 kilómetros es lo primordial”, evalúa la misma que en Hamburgo selló su pase a la cita olímpica tras lograr la marca requerida (2 horas con 43 minutos).

“Quiero llegar a la meta”, insiste, la mejor fondista del país, de 32 años.

Si la curiosidad aparece, toma forma y, de pronto, indaga en su estado civil, ella no vacila y enseguida se encarga de tapar las dudas con un estruendoso “El deporte es mi esposo”.

Su risa espontánea produce confianza cuando asegura vivir un presente incambiable que solo podrá ser mejor en el momento en que empiece la travesía en el Sambódromo, el domingo 14 de agosto.

Cuidar la hidratación, sentirse realizada, no experimentar algún tropiezo en el camino y estrenarse olímpicamente. Son muchos los elementos que se colarán en las piernas de Mery y que también estarán bajo los ojos de los espectadores, que serán una suerte de reflectores humanos.

Lo cierto es que falta muy poco para que comience aquello que nació como un deseo y que ahora es un hecho. Mery está lista. Correrá con el corazón de Bolivia en el suyo, como ella misma dice imaginar.

P: Es la primera vez que irás a una cita olímpica ¿Cuál es la sensación?

R: Me siento muy contenta. Bastante realizada como deportista.

P: ¿En qué haces énfasis, a pocos días de tu debut en los Juegos de Río?

R: Me preparé bien físicamente para competir. En estos momentos importa mucho cuidar la hidratación. La maratón será muy dura con el calor. Por eso, también consumo productos que me ayudan en mi alimentación.

P: ¿Es precipitado contemplar la posibilidad de lograr podio?

R: La verdad es que estoy preparada, pero antes de pensar en una medalla hay que correr. Terminar los 42 kilómetros es lo primordial. Puede pasar de todo. Quiero llegar a la meta.

P: La ventaja será que, con certeza, conoces a varias de tus rivales...

R: Sí. Hay muchas atletas de Élite que ya conozco. Estoy confiada. Creo que no hay favoritas.

P: Eres soltera, probablemente los Juegos te presenten a tu futuro compañero...

R: El deporte es como mi esposo. Estoy muy feliz así. El corazón de Bolivia estará conmigo en Río. Cuando comencé, todos me solían decir que llevaba el atletismo en la sangre. Es así.

Día D

La boliviana correrá los 42 kilómetros el domingo 14 de agosto en el Sambódromo carioca.




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