Luce, orgulloso, una larga, frondosa y plateada barba, tan inconfundible como su pasión por la marcha.
Tiene, además, 14 hijos, 25 nietos y cuatro bisnietos que, en diferente medida, siguieron sus pasos de atleta.
Pero si hay algo que en verdad enorgullece a Esteban Quelale, son las cuatro décadas que dedicó a un deporte que, sin lugar a dudas, es su razón de vivir.
Con 70 años y la salud casi intacta, este deportista, que prácticamente marcó el camino de las nuevas generaciones de marchistas, continúa entrenando y participando en competencias dentro y fuera del país, con el generoso entusiasmo de siempre.
Es tanta su devoción por este deporte, que debajo de un sillón de la chapería en la que trabaja y lleva su apellido, guarda un par de zapatillas deportivas para entrenar todos los días, aunque sea media hora, recorriendo la autopista que comunica las ciudades de La Paz y El Alto.
"No pienso retirarme de la marcha. Esto es mi vida, por eso sigo entrenando. Incluso mi familia ha venido a decirme que lo deje, porque creen que me hace daño y hasta me dieron por muerto”, bromea con la espontaneidad que lo caracteriza.
Su carrera empezó con varios obstáculos. Recuerda con absoluta claridad que en 1974, un grupo de marchistas mexicanos, que lo llamaban Chicoco Illimani, vieron en él un potencial que nadie más en el país percibía.
Después de tres años de una intensa preparación con los técnicos extranjeros, debutó en los Juegos Deportivos Bolivarianos de 1977, de los cuales regresó con una medalla de plata. Sin pretenderlo, ése fue el inicio de una exitosa y reconocida carrera deportiva.
Diecinueve años antes de este episodio casi épico, Quelale había escapado de Carabuco, con abarcas y aguayo, en busca de nuevas oportunidades en La Paz. Trabajó batiendo helados, luego como vendedor de relojes, carpintero, albañil, pintor, electricista y plomero.
Y no sólo eso. También hizo carrera como futbolista. Jugó en el equipo juvenil de Municipal, en el que conoció, entre otros, a Willy Camacho, Cainzo y a los hermanos Julio y Alberto Tórrez.
Este sueño, que apenas levantaba vuelo, de repente se vio frustrado al entrar al cuartel, porque después de un año en la milicia, cuando quiso retomar su carrera futbolística, ya no pudo ser habilitado en primera división por su edad.
Renunciando por completo a esta ilusión, conoció a la que es su esposa, Lidia Monrroy, quien puso reparos a su carrera como atleta.
Sus participaciones en competencias locales e internacionales significaban un gasto importante para la familia por la falta de financiamiento estatal.
"Por eso juego pasanaku, para despistar a mi mujer. Así consigo dinero para costear los gastos, sin dejar de atender las necesidades de mi familia”, dice con picardía, mientras muestra unos cartones en los que lleva el registro de los montos y las fechas de pago.
Paralelamente al deporte, Quelale es un asiduo bailarín del Gran Poder. A los 17 años se inició en la kullawada en la fraternidad Los Rebeldes, y luego formó parte de la morenada Los Catedráticos, agrupación con la que también participará este año.
Esta actividad, como todo en su vida, la realiza por deporte.
"Es como un entrenamiento. Cuando uno baila, todo el cuerpo se ejercita. Pero eso sí, no tomo hasta emborracharme, porque eso hace daño”, asegura.
El secreto de su vitalidad, además de sus prácticas diarias, reside en una dieta balanceada a base de maíz, habas, arveja, nueces, almendras y, sobre todo, poroto.
Ser disciplinado en esta rutina le permitió ganar 120 medallas de oro y plata, además de darse el gusto de conocer 27 países, entre los que menciona Inglaterra, Israel, Rusia, Italia, España, México, Alemania y Japón.
Su última participación fue el año pasado en el mundial de Porto Alegre, en Brasil, que contó con la participación de 160 países.
Si bien en el certamen obtuvo el puesto 11, siendo el primero entre los marchistas sudamericanos, para Quelale no es suficiente, porque tiene la firme intención de ganar un mundial.
"Todavía tengo diez años para ganar a los europeos. Como sigo entrenando, me siento bien para hacerlo y voy a luchar para conseguirlo”, dice mientras sostiene fotografías de competencias pasadas, en las que se lo ve con camiseta, pantalón corto, calcetines altos y, por supuesto, su famosa barba.
Fundador de una escuela de atletismo
Un año después de su lanzamiento como marchista, Esteban Quelale fundó la escuela de atletismo que lleva su nombre, junto a Víctor Hugo Cárdenas, antes de llegar a ser Vicepresidente de Bolivia.
Apasionado por este deporte, en esta escuela formó a decenas de niños y jóvenes, pero también organizó varias carreras en La Paz, incentivando a los participantes con trofeos y medallas según la categoría.
El objetivo de Quelale es fomentar la práctica del deporte base que abarca diferentes disciplinas y promocionar nuevos valores en el país.
Actualmente, la Escuela de Atletismo Esteban Quelale cuenta con más de 40 deportistas, que ya participaron en certámenes nacionales e internacionales.
A este club también perteneció su hijo menor, Santiago, que hoy, a sus 32 años, reconoce el esfuerzo de su padre por incentivar este deporte en el país.
"Fue muy sacrificado para mi papá hacer marcha, pero le gustaba mucho. Además, siempre apoyó a a mis hermanos a hacer deporte y nosotros seguimos sus pasos”, indica.
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