05 enero 2014

Bentley Syler se llama Bolivia en EEUU donde pelea en base a artes marciales mixtas

Está descalzo, su piel luce inmaculadamente blanca, no tiene un gramo de grasa a primera vista y a diferencia de los otros competidores, no posee un solo tatuaje. Se supone que Bentley Syler, el luchador de MMA (en inglés, artes marciales mixtas) es el mejor representante que tiene Bolivia en EEUU y debe ser un hombretón corpulento al que daría miedo hacer enojar.

Lejos de los estereotipos, este cruceño hijo de un estadounidense y una paceña radicada en Santa Cruz casi una vida entera, mide 1,64 m y tiene unos ojos azules angelicales que concentran la atención en ellos antes de reparar en la importante cicatriz del lado derecho de su frente y su nariz hundida. La primera no es un trofeo de las MMA, en realidad se la hizo a los cinco años producto de un accidente de auto, pero la segunda sí es una secuela del deporte de contacto que practica.

Sin polera y solo con bermudas se sube a la balanza y esta arroja su veredicto: 59 kilos; el ruedo bullicioso aplaude, la mayoría son jóvenes entre 18 y 25 años, asiduos al octágono y tienen acento brasileño.

Bentley casi está en los kilos convenidos del peso mosca para esta pelea (60 kilos) contra el argentino Sebastián Echazú.
Cuando llega la noche anunciada de la pelea de Bentley Bolivia Syler (como se lo conoce en EEUU) en el coliseo Don Bosco, este se presenta casi igual que en la cita de pesaje, pero con manos vendadas y guantes sin dedos, protector bucal y tobilleras. Su rostro y cabeza rapada brillan, tal vez por las luces dirigidas hacia el octágono o porque se dice que a los luchadores se les pone vaselina para que no se les parta la piel con los golpes.

Antes de iniciar la pelea chocan sus manos, no es regla, más bien es un código de ética.

Golpes, patadas, llaves y técnicas de disciplinas de combate como boxeo, lucha, karate y jiu jitsu se mezclan en la jaula de ocho lados. Impresiona que una vez los adversarios entran a la misma, la puerta se cierra, quedando estos a merced de ellos mismos y un réferi. Los expertos confiesan que a la ‘jaula’ solo debe subir gente preparada después de años de entrenamiento.

Cualquiera puede abandonar la pelea si da dos palmadas (topear, de la voz inglesa de tapout) en el cuerpo del rival o en el piso o da un grito fuerte en caso de no poder utilizar las mano o el pie. Cuando uno abraza al otro por la cintura agachando el cuerpo se espera lo peor, que este último caiga al piso y se deje montar. Pero en este punto aún queda un último recurso del jiu jitsu, rodear al que está arriba con brazos y piernas para liberarse.

Así es como terminan siendo un nudo, donde cuesta identificar qué parte es de Bentley y cuál del argentino, pero desde otro ángulo cuando se ven los tatuajes de Echazú, no hay dudas.
A estas alturas Silvia Bellot, está emocionada y grita desde su asiento. Días más tarde el hijo le rinde tributo subiendo a su Facebook una foto de ella pescada ‘in fraganti’ gritando y escribe: “Mi mamita, siempre apoyándome... no es mi inteción estresarla tanto”.

De los golpes, la fricción y los apretones contra la malla sus espaldas están coloradas.

A pesar de que se programaron tres rounds de cinco minutos cada uno, en el segundo asalto Syler sale victorioso.

Así declara a la prensa: “Logré meter un buen codo que lo cortó en la parte del parietal, sintió la sangre, se le quebró el espíritu y me dio la espalda; eso me hizo conseguir el mataleón (estrangulación desde atrás donde se toma el cuello del oponente) para la sumisión”, lo dice casi con el último aliento que le queda.

Sus seguidores de las MMA lo vitorean, pero no todo es aplausos, la lucha de hombres adentro de una jaula da rienda suelta al temor de que la muerte se pueda presentar en un deporte violento como parece ser este, pese a las reglas actuales donde ya se cuida al luchador.

Pasó la adrenalina de la pelea y Bentley está sentado en la sala de su casa en Santa Cruz, de fondo se percibe la bulla de sus decenas de loritos enjaulados. Su hablar es pausado, tiene una voz juvenil y además de sus ojos claros enmarcados por pestañas crespas es imposible no reparar en sus orejas. En el mundo de los deportes de contacto se les ha bautizado como orejas de coliflor y a pesar de que no son tan estéticas que digamos son motivo de orgullo entre los peleadores.

Son una codiciada placa de honor después de años de ser jaladas, rotas y golpeadas. Se crean coágulos de sangre y pus en su interior causando que los lóbulos adquieran ese aspecto. Algunos después de una pelea se las drenan con agujas como Bentley, pero otros no se molestan en hacerlo porque les dan el estatus de peleadores.


Pero ¿qué hay detrás de este treintañero médico de profesión que emigró a EEUU hace dos años y poco más para seguir su sueño?, un sueño que requiere disciplina extrema, que exige potencia física y mental y que ya es furor en el mundo. Unos advierten sobre los golpes prohibidos y otros aseguran que no pasa nada si se tiene un arte marcial de base.

Posiciones encontradas
“No soy partidario de las MMA porque no son disciplinas reglamentadas acá en Bolivia y consiguientemente no están afiliadas a mi Asociación, mucho menos a la Asamblea Departamental de Deportes. Nosotros tratamos de precautelar la integridad física de nuestros alumnos, evitando golpes y obligándolos a utilizar protectores”, explica Herman Montero, presidente de la Asociación de Full contact y Kick boxing y detractor de la disciplina que apasiona a Syler.
Y arremete: “No es un deporte que podríamos hacer practicar a nuestra juventud, es muy peligroso. En EEUU empezó a practicarse en los sótanos de los edificios de Nueva York por apuestas y donde hay apuestas hay mafias”.

En el otro lado, Jimmy Zuleta, instructor de MMA que fundó con Syler el equipo Elite Fight y dentista de profesión, celebra que Bentley es el primer boliviano en integrar el equipo profesional del American Top Team: “Eso no es cualquier cosa”.

Reconoce que se tilda de salvaje a la disciplina de sus amores porque hay entrenadores que nunca han participado de un evento y están dando clases. “Un luchador tiene que pasar por etapas previas, haber estado en eventos de MMA amateur, demostrar que tiene las cualidades y que está preparado físicamente porque los entrenamientos son duros.

Sobre la muerte en 2011 de un joven cochabambino luego de un combate tiene su teoría: “Es difícil salvarle la vida a alguien si no se dota al evento de médicos que sepan socorrer deportistas. Este muchacho se descompensó en plena pelea, perdió electrolitos y minerales en el sudor, tenía que detenerse porque su corazón estaba bombeando demasiado para proveerle de oxígeno. Tuvo una deshidratación extrema, requería de un suero glucosado y oxígeno. Sin embargo terminó la pelea, lo llevaron a descansar a las gradas y le dieron un energizante que le aceleró más el corazón y no lo socorrieron, por eso entró en coma.

Para Zuleta hay deportes más peligrosos, “Por ejemplo, el automovilismo es un deporte en el que el que está al volante, si se sale de la carretera y mata, a los dos meses ya está corriendo de nuevo. Hay hipocresía en nuestras autoridades que no nos quieren prestar los coliseos y no quieren recibirnos como asociación”.
Pese a esto Syler no abandonó su sueño y se fue a EEUU.

Palabra de luchador

Leí que empezaste en esto a temprana edad ¿qué te motivó?

Entre los ocho y 10 años empecé en esto porque mis primos Sebastián y Jefrey tuvieron un profesor particular y bueno, era la novedad. Ellos contaban sus hazañas, tiraban patadas y yo por copión los seguí.

Yo era chiquitito y no me dejaba con los más grandotes, por eso entré a entrenar también, porque era gordito y buen alumno, especialmente en la secundaria.

Empezamos a entrenar kick boxing, no paramos, aunque también jugué fútbol en la juvenil de Blooming, en las ligas menores. Después me fui a estudiar afuera y cuando volví practiqué boxeo y decidí entrar a competir y gané, después volví al kick boxing, entrené con Marcelo Salas, gané dos competencias y luego empecé a mirar lo que era MMA.

Al ver las llaves, la pelea en el suelo, me entró curiosidad por saber cómo era ese estilo de lucha, para entonces tenía 25 años y recién conocí lo que era la lucha olímpica, el jiu jitsu y el sambo. A mis 26 me fui a Brasil a aprender todo eso.

Previo al viaje conocí a Jimmy Zuleta, nos hicimos amigos y le propuse formar un equipo de artes marciales mixtas, su grupo sabía de lucha y yo sabía de kick boxing y boxeo. Luego formamos el equipo y salió la idea de ir a Brasil para ver cómo se entrenaba realmente las MMA y traer las técnicas y la estructura del entrenamiento.

Estuve un mes allá en el Chute Boxe de donde salieron Anderson y Wanderlei Silva y los hermanos Rua, fue una experiencia fantástica, volví y empezamos a implementar toda la estructura de entrenamiento y se vio el cambio; los campeonatos no duraban más de 30 segundos porque ganábamos todas las peleas.

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