“Mientras siga intentándolo, siempre tendré la oportunidad de conseguirlo. Y no es el fin hasta que no te rindas”, es la cachetada al espíritu, el eco ensordecedor que golpea el ánimo conformista con el que Gino Saravia nos baja de un zarpazo al regalo de la vida.
Gino, un deportista destacado en silla de ruedas, rompe el protocolo formal en medio de la entrevista y se apresura a ir en búsqueda de lo que realmente cree trascendente: dejar un mensaje productivo para todos los jóvenes que, como él, padecen algún grado de limitación física.
En el comedor de su casa (tomada por anticrético), como queriendo compartir con todos su homenaje a la vida, este adolescente de 19 años agarra su tablet y nos muestra videos de Nick Vujicic, el orador motivacional australiano que le sirvió como salvación en sus momentos más difíciles y de quien tomó prestado el lema de su vida.
Los videos le sirvieron mucho, pues tuvo que reponerse a las secuelas que arrastra desde los tres años, cuando fue chocado por un auto que lo dejó con hemiplejia.
“No tiene sentido estar completo por fuera si estás roto por dentro”, dice Gino, acertando el segundo zarpazo o tiro de gracia para los que ven la vida con las antiparras de la banalidad.
Su carisma es innegable. Terminó el colegio con diploma de honor, está a punto de graduarse como contador público y, ahora, a punto de cumplir 20, es líder de un grupo de jóvenes a los que guía con sus charlas.
En diciembre pasado, obtuvo el tercer lugar en la Copa Integración (baloncesto), organizada por la Asociación Departamental del Deporte Integrado Sobre Silla de Ruedas Cochabamba (Adisco), en la que se llevó todos los aplausos y se apoderó del cariño del público.
Sus grandes y largos brazos lo vuelven un atleta con mucho futuro, según dirigentes que conocen sus aptitudes.
“Quiero llegar a un sudamericano o un paralímpico. Desde que supe de esas competencias, siempre quise llegar allí. No solo como Quillacollo, sino representando a Bolivia. Dios dice que para todo hay tiempo: para amar, reír y llorar. Voy a tener tiempo para hacer todo y jugar. Eso espero”, analiza.
“MI BOCA ESTABA POR EL PISO” Cuando un grupo de jóvenes con parálisis en las piernas se encontraba jugando básquet en una canchita barrial, Gino no apartó sus ojos de esa prometedora visión. Tenía apenas 12 años y pensaba que todo aquello le estaba prohibido debido a su incapacidad para caminar. Pasaron unos instantes para que su mirada se iluminara y le pidiera a su mamá Miriam que lo llevara a esos entrenamientos.
“Mi mamá me llevó. Los observé y, por primera vez, vi a personas con discapacidad jugar un deporte. Mi boca estaba por el piso”, recuerda. También rememora que cuando estaba en el colegio le dieron un reconocimiento con la leyenda “Deportesta Revelación”. “Lo que más me gustó de ese trofeo fue que decía deportesta, ja ja”, enfatiza, entre risas.
DIVIDIR TIEMPOS Por las tardes trabaja como auxiliar contable en una consultora y cursa su último año en el Instituto Nacional de Comercio Nº 3 de Quillacollo. También es líder en la iglesia, donde alienta a jóvenes y niños inyectándoles alegría con su ejemplo. Aprovecha cada minuto y, para él, sería un insulto a la vida desperdiciar oportunidades. Por ello es que para este año, su deseo es seguir participando en competencias nacionales, aunque deba seguir dividiendo su tiempo.
¿POR QUÉ? “Antes no soportaba a los niños. No tenía paciencia. Ahora me encantan. Los veo como personas que están en una etapa crucial para sus vidas. Cada niño pregunta ¿Por qué? Muchos adultos dicen porque sí. Trato de hacer que esa respuesta desaparezca y sea concreta”, comenta.
HUMOR Algunos niños suelen preguntarle “¿Duermes en tu silla?”, “¿Te envuelves como momia?”, a lo que Gino siempre responde con humor. “Me envuelvo con papel higiénico e inclino mi silla”, fiel a su estilo risueño.
Actúa de payaso y emociona
En su iglesia le propusieron interpretar a un payasito disconforme con su vida en el circo y que sufre un accidente que lo deja paralítico. Gino aceptó de inmediato. Hizo tan bien su papel que generó la emoción colectiva y arrancó más de una lágrima entre los espectadores.
“Era la atracción de todo el circo, pero hacer reír no era lo que le gustaba. Le encantaba el trapecio y un día se subió. No se dio cuenta de que no había red y quedó paralítico. Nadie se lo esperaba. Me ayudó bastante el maquillaje porque de verdad parecía un payasito triste”, relata, recordando la historia que narra la canción El Payaso, del alemán Marcos Vidal.
“Hay que valorar todo en la vida y no dejar pasar ninguna oportunidad”, asegura.
Ese día fue memorable. Su mamá Miriam estuvo a su lado, como en cada momento importante en la vida de Gino.
Huarachi: tiene mucho futuro
“Gino tiene muchas condiciones. Sus brazos largos y fuertes marcan la diferencia. Ojalá las instituciones lo apoyen para que realmente sea un valor para el país”, sostiene Ángel Huarachi, el presidente de la Asociación Departamental del Deporte Integrado Sobre Silla de Ruedas Cochabamba (Adisco).
Huarachi fue uno de los testigos que apreció de cerca la voluntad incansable de Gino. A fines del año pasado, el deportista participó en la Copa Integración, cita en la que se quedó con el tercer puesto del podio principal.
“Representar a Quillacollo es algo que me llena el pecho de emoción. Es linda la sensación de salir con la bandera y ser aplaudido. Es inexplicable”, describe el atleta que quiere destacar aún más en esta gestión.
Gino tiene un sueño: no ver más a niños en situación de calle. “Es triste que a esa edad sepan disparar un arma”, piensa.
ÍNTIMO
la Familia, su motor principal de amor
Gino Saravia vive con su madre Miriam en una modesta casa en Quillacollo y tiene cuatro hermanos: Leslie, Neiza, Grecia y André.
Es fácil percibir el ambiente de unión familiar que reina entre los habitantes.
Cuando Gino debe elegir a uno de sus hermanos para referirse al más “compinche”, no duda en hablar de Grecia, una muchacha de 18 años que estudia Enfermería Profesional, en calidad de becada por la Universidad del Valle.
“Es muy madura en todo sentido. Soy mayor que ella, pero me sobrepasa en madurez mental y espiritual”, señala Gino, con relación a la adolescente que consiguió la beca gracias a sus notas.
En el momento de mostrar sus sendos trofeos y, de paso, exponer ése que tiene la leyenda “Deportesta Revelación”, Grecia es quien lo ayuda y se los alcanza para que luego él los desempolve con un pequeño trapito encontrado en uno de los rincones olvidados de la casa.
Miriam es su pilar, su inspiración y quien le ha motivado para competir en todos sus torneos. “Una de mis prioridades es darle una casa a mi mamá. Admiro su fuerza y paciencia”, menciona, con un dejo de brillo en su mirada que deja en evidencia la veracidad en sus palabras.
El más pequeño de todos es André. No pasa de los 12 años y sigue el ejemplo de su hermano, que le regala una enseñanza cada día.
Por otro lado, a Gino siempre le gustaron las matemáticas y tenía pensado estudiar Ingeniería Informática. Se estaba preparando duramente para cursar la carrera en la Universidad Mayor de San Simón, pero paradójicamente, un error de cálculo o malentendido lo dejó fuera del examen.
“Di los propedéuticos hasta el final, pero por mala información no pude. Dieron la fecha de un examen y me enteré al día siguiente. Tanto estudiar y ya no hubo posibilidad. No quería perder tiempo y me inscribí al Instituto de Comercio, en febrero de ese año. No sé porqué me anoté a contabilidad. Yo quería ser ingeniero”, cuenta.
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