02 febrero 2015

Sombra vengadora, constructor de su destino



Otra tarde de domingo en el Olimpic Ring de San Pedro, a mediados de la década de 1980. Serán ocho “emocionantes combates”, prometen los volantes que son repartidos en la calle. La pelea de semifondo será protagonizada por El Conde de Villa Victoria contra Sombra Vengadora, “duelo por la disputa del cinturón de peso wélter”.

La canción El Tapatío, de Vicente Fernández, resuena en los oídos de los amantes de la lucha libre mientras hacen fila para ver a sus héroes, en especial al ágil y técnico Sombra Vengadora.

Después de 45 años de recorrido por cuadriláteros de casi todo el país, junto a luchadores rudos y técnicos, Sombra Vengadora (Juan Mendoza Zacarías) quiere reconstruir su pasado para recordar sus inicios en la lucha libre, la gloria con los Titanes del Ring y la felicidad de seguir siendo un ídolo para muchos.

En 1968, cuando tenía 15 años, a Juan le gustaba ir al cine México para ver las películas de luchadores como El Santo, Huracán Ramírez y Rayo de Jalisco. “Tanto me gustaba, que cuando había temporada de lucha en el Coliseo Cerrado me colaba o entraba en los últimos minutos”, cuenta Mendoza, quien recuerda que en la calle México de La Paz se organizaban combates entre luchadores bolivianos y extranjeros.

De la panadería al ring

En aquella época, Juan trabajaba durante las noches como ayudante de panadería. “El maestro que estaba conmigo era un fanático de la lucha.

Mientras preparábamos y esperábamos a que madurara la masa para el pan, nos entrenábamos, para lo que poníamos cartones en el piso. Lo hacíamos para no dormirnos”, afirma acerca de su acercamiento a esta exigente disciplina deportiva.

En la sede de gobierno abundaban las escuelas de lucha libre. Fue así como uno de sus amigos le propuso que se presentara en el club Relámpago, de la zona de Villa Fátima.

“Llegué pero no me entrené ni una sola fecha porque el club se estaba cerrando, fue un fracaso total. Pensé que ahí iba a aprender”, se lamenta el técnico.

Después de aquel episodio amargo, junto a su amigo encontró otro club, en Achachicala, y ocurrió lo mismo. “Apenas fui a ver las luchas un domingo, se cerró el show”, recuerda.

Pese a las oportunidades perdidas, Juan no se dio por vencido. El dueño del espectáculo de Achachicala prometió llevarlo a un club conocido, los Tigres del Ring, de donde surgieron grandes luchadores como El Conde y el Caballero de Negro, quien luego iba a ser Tarzan y posteriormente Kung Fu.

Esta vez no podía acecharle la mala suerte. Así es que un domingo de 1969 fue al ring de la calle Villamil de Rada, a unas cuadras de la avenida Buenos Aires, ante un lugar arrebatado de espectadores.

Las circunstancias fueron beneficiosas para Juan, pues aquel día faltó uno de los luchadores. El dueño de los Tigres del Ring le preguntó a su amigo, el exdueño de la arena de Achachicala, si tenía a alguno disponible. Y éste señaló a Juan Mendoza.

El joven panadero se prestó una indumentaria de luchador, improvisó con el nombre de Juan Trueno y participó en la pelea de fondo. “Me dieron una paliza de ésas, era para que ya no vuelva a subir nunca más a un ring. Hasta cuando me reía me dolía todo el cuerpo”, cuenta Juan sonriendo. Como pago por su primera incursión en esta disciplina recibió un sándwich y 50 centavos, “pero lo que más me gustaba era que el público empezaba a aplaudir y eso me hizo olvidar el dolor”.

Para el año 1972, el espectáculo de los Tigres del Ring había decaído, por lo que Juan decidió buscar otros rumbos.

De mina Matilde al Coliseo Cerrado

Cuando Juan decidió presentarse en los Ases de Oro, en la plaza Libertad de la zona 16 de Julio de El Alto, ese día faltó el contrincante de Rayo Azteca de Perú, quien fue uno de sus maestros, pues le enseñó las principales figuras de la lucha.

“A cada rato me preguntaba: ‘¿Te acuerdas cuál es la figura dos, la figura uno?’. Esas enseñanzas me abrieron las puertas para ir a luchar en ciudades del interior del país”, expresa Juan.

Su primera salida de La Paz ocurrió en 1972, cuando le tocó viajar a la mina Matilde, en el municipio paceño de Ancoraimes, debido a que no pudo ir el luchador El Corsario.

En aquel viaje, Juan luchó como el rudo La Cobra ante Mister Atlas, a quien admiraba desde los tiempos en que se colaba en el Coliseo Cerrado, cuando era un joven ayudante de panadería.

Su ídolo le enseñó a Juan cómo interactuar con el público, a hacer amagos de llaves y juegos rápidos de la lucha libre. “Gracias a Mister Atlas he podido entrar a luchar en el Coliseo Cerrado, cuando hubo una temporada internacional en la que estuvieron los peruanos Cardenal, Vikingo y Pepe Pantera”, recalca acerca de la oportunidad que se le abrió para participar en el mayor festival en La Paz, en el que se presentaban también grupos musicales.

La ocasión de enfrentarse con sus ídolos fue propicia para dejar atrás a los luchadores que personificaba, como Juan Trueno, Gavilán, La Cobra y Misterio Negro, para dar nacimiento al técnico que marcó su vida, la Sombra Vengadora, para lo cual se hizo confeccionar su primer uniforme.

Uno de los domingos de mayo de 1975, Juan llegó al Coliseo Cerrado con un maletín en la mano, donde se encontraban guardados su uniforme y la máscara.

Si bien en la cartelera estaba incluido un Sombra, Juan desconocía si se referían a él, porque en esa época había un homónimo en la sede de gobierno.

Desde la calle escuchó que los luchadores debían salir al ring, así es que “tímidamente” se acercó a una de las puertas del Coliseo Cerrado.

“Señorita, yo soy luchador”, le informó a la persona que controlaba el ingreso de espectadores. “Qué va a ser luchador usted, haga fila y vaya a comprar su entrada”, le respondió.

Para convencerla de que era uno de los “gladiadores” tuvo que mostrarle su máscara de Sombra Vengadora “y a duras penas me metí al coliseo”.

Como faltaba poco para que empezara la lucha todos contra todos, el coordinador del festival metió a empujones a Juan hacia los camarines y le ayudó a vestirse. Cuando ingresó al escenario principal, Sombra vio que las graderías estaban repletas de gente. En la pelea de 16 luchadores fue el primero en salir.

En su debut en el Coliseo Cerrado le tocó estar en la primera lucha de la jornada, contra el Oso Siberiano. “Me ha hecho trapo porque no me dejó trabajar, como él era grandote, me dejó deshecho”, recuerda.

Después de compartir el ring con luchadores peruanos, chilenos, japoneses y mexicanos, como Huracán Ramírez en 1976, Sombra Vengadora ya se había consolidado como uno de los mejores técnicos y le faltaba dar otro paso más. Que el público lo viera en la televisión.

“Gracias a la movilización de El Conde; de Toto Quezada, que era gerente de Canal 7, se hizo una serie de Los Tigres del Ring para la televisión, que se transmitía todos los domingos”, informa Sombra, quien indica que las peleas se llevaban a cabo en una carpa de la Ciudad Satélite.

El programa televisivo duró cinco meses del año 1980, luego de lo cual hubo una pausa para dar otro paso decisivo, cuando los luchadores alquilaron el Olimpic Ring de San Pedro y Fernando Quiroga, el luchador Dragón Chino, fundó la Asociación de los Titanes del Ring.

En esa arena fue donde Sombra Vengadora se hizo famoso por su estilo de lucha y protagonista en la cartelera dominical.

Sin máscara

En 1984, debido a problemas familiares, Juan ofreció la pérdida de su máscara a cambio de un monto de dinero.

Recibió lo prometido, perdió ante la Llorona de Panamá y desde ese día ya no debía utilizar máscara. “No podía acostumbrarme. Estaba como desnudo, ya no me atrevía a mirar al público porque me daba vergüenza”, confiesa Sombra, quien después de unas semanas visitó a Quiroga para pedirle volver a utilizar la máscara.

“El público tiene la palabra, ¿Sombra Vengadora se vuelve a poner la máscara o no?”, propuso Quiroga. La gente respondió con una unánime respuesta afirmativa.

“Después de eso me lucí otra vez, hice voladas, más ágil me he vuelto”, rememora Juan con una sonrisa.

Luego de la gloriosa temporada del Olimpic Ring pasó por el programa de televisión Estrellas del Ring y por una etapa de Furia de Titanes, además de festivales de beneficencia.

“Voy a seguir porque todavía tengo para luchar”, afirma Sombra Vengadora, quien también enseña lucha libre a los jóvenes.

Cuando Juan está sin máscara se dedica a la construcción, a construir edificios en lugar de fantasías de domingo. Dice que el trabajo es aún más duro y ya no llueven los vitoreos de antaño. “Eso es algo con lo que uno debe lidiar”. Tras 45 años de recorrido dentro del cuadrilátero, Sombra Vengadora tiene el deseo de retirarse de la lucha libre en un espectáculo masivo como es sus mejores tiempos.

Juan Mendoza salió de la sombra para reconstruir su época de ídolo en el Olimpic, cuando entraba con música mexicana y la gente coreaba su nombre.




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