¡Tu primer guante estaba pegado con scotch, hecho bolsa! Era uno de cuero que mandamos a hacer acá, muy rústico ¿Te acuerdas de eso Guille?
-No sé si aún lo tengo ¡Creo que lo boté!
-Ojalá que no haya sido así porque es un recuerdo que marcó tu inicio.
El breve fragmento de lo que parece una charla cualquiera, en la que intervienen dos actores que podríamos identificar como madre e hijo, resulta ser solo un recorte de lo que luego devendrá en un rico universo de preguntas, respuestas, objeciones espontáneas y asentimientos sentados al frente de una mesa cuadrada en la sala de un comedor con aroma a hogar genuino.
Cabe derribar parte de la presunción y aclarar el escenario: no solo participan dos personas. Efectivamente, mamá está ahí y es un personaje irrefutable. Su nombre es Paula, una mujer que emana dulzura. Sin embargo, al Guille del relato se suman dos protagonistas que también son reales: Álvaro y Constanza García, sus hermanos. El contexto quedó resuelto. Los que interactúan, entonces, son cuatro. Mamá y sus “tres mosqueteros”.
El guante viejo es aquel que Guillermo, de 12 años, usó cuando apenas incursionaba con el sable y el florete. Fue en 2014. Importar un guante de Estados Unidos era costoso, así es que Paula Muñoz mandó a coser uno para el pequeño Guille, quien se metía en la esgrima con 9 años y la bandera de la “disciplina” como su principal cualidad.
Volvamos a la actualidad. Es invierno, pero en la casa de la familia cochabambina García el frío no cala en los huesos. En la mesa están reunidos Paula, Guillermo, Álvaro (10 años) y Constanza (9).
Los niños son los “tres mosqueteros” y son nuestros. Muy distintos a aquellos de la novela escrita por el francés Alexandre Dumas (siglo XIX), los hermanos García no defienden a ningún rey. Luchan con sus espadas, sí, y son tan distintos como parecidos. Guille es campeón nacional en las especialidades de espada y sable. También es tercero en el florete. Álvaro se presenta como un crack con el florete y rivaliza con el local Marco Rojas, otro ícono en ascenso dentro de la esgrima boliviana.
Constanza, conocida como Coco, es la artista de la familia (baila jazz dance, toca el piano y pinta) y actual campeona departamental en florete y sable. A nivel nacional ha conseguido el bronce en ambos.
El mayor se planta con seriedad. Así se reconoce él mismo. “Soy amistoso, pero en lo deportivo me muestro disciplinado”.
Alvarito, muy risueño y centrado. Con un latigazo a la voz de “trato de ser lo más honesto posible”, se encarga de silenciar el ambiente y sorprende con el grado de madurez que presenta a tan corta edad.
“Me puedo describir, pero prefiero que lo hagan los otros. Trato de ser lo más honesto posible”.
Tan diferentes y unidos. Así también lo cree Paula: “Se llevan muy bien. Están pilas a las 20:00. Hacen el esfuerzo de entrenar en la noche. No hay otro horario disponible. Ellos se sienten contentos”.
Los chicos quieren ir a Arica, Chile. No lograrlo significará ver truncados sus sueños de competir afuera. Será un torneo abierto invitacional en el que tendrán la chance de adquirir experiencia.
El viaje de los tres y de la madre costará alrededor de 1.500 dólares. “Todo apunta a que iremos”, asegura Paula, quien trabaja como directora de Comunicación Corporativa en una universidad privada.
Resta esperar. El evento se dará el 9 de julio. Las ganas están.
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