“Tengo dos metas en el esgrima. La primera es Odesur 2022. La segunda, los Juegos Olímpicos. Si clasifico estará bien y si saco medalla, mejor”.
No lo dice un muchacho que trata de hilar proyectos mediatos. Mucho menos un adulto que sabe hacia dónde apunta. Podrá causar sorpresa, pero cada una de las palabras, tan cargadas de convicción, provienen de un niño que tiene solo 11 años.
Desprendido por completo de aquella timidez que suele asaltar los primeros años de un buen número de personas, Marco Rojas es distinto. Su carta de presentación abierta es fácil de ser comprendida. La sociabilidad, expresión corporal y, por supuesto, las frases seguras no ensayadas confirman su esencia y de dónde viene.
Tiene a quien salir. Esa ambición, quizás prematura, pero sana para un preadolescente, está sólidamente justificada. No por obra de magia, este esgrimista ganó la medalla de bronce en el Sudamericano de Sao Paulo, Brasil, el viernes pasado. No por cosa del destino, Marquito (así lo llaman en la familia, pese que es alto y está a seis centímetros de pasar a su mamá Vivian) es el campeón nacional en las especialidades de sable y florete; y es el mejor con la espada en el ámbito departamental.
Lo dijimos en el párrafo anterior. El pequeño tiene a quien salir.
Vivian Verduguez es, muy probablemente, una de las causantes de esta suerte de “continuación” de la historia, esa que nació hace dos generaciones con el responsable de todo, Ramiro, el abuelo de la familia, excampeón boliviano en esgrima. Vivian no se queda atrás. Hace 11 años se alejó de los torneos internacionales. Lo hizo después de ser medallista en Juegos Boliviarianos y Odesur. Ahora, decidida a desempolvar los recuerdos más alados, volvió a la pedana y accedió al título nacional (espada), nada despreciable para la también docente universitaria.
Así, el dato sirve para entender el fanatismo de Marco por el “latigueo” (acción de golpear expresada coloquialmente).
“Vamos a intentar llegar a los Odesur. No a los de 2018 porque todavía me falta edad. Me meteré en los próximos. Tengo dos metas en el esgrima. La primera es Odesur 2022. La segunda, los Juegos Olímpicos. Si clasifico estará bien y si saco medalla, mucho mejor”, dice el niño que nació en México y que es hijo de un médico cochabambino y una catedrática.
Entrena cuatro horas de lunes a sábados con la intención dirigida hacia el torneo abierto de Arica, Chile, que comenzará el 8 de julio. “Una cosa es competir con uno de Brasil y otra es hacerlo con uno de Alemania”, analiza, con total concentración. Es el mejor de Bolivia en dos especialidades. Va por la tercera, la espada, aunque reconoce que no es su “fuerte”.
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