16 diciembre 2015

El campeón mundial de ráquet tiene 14 años y termina el 2015 a lo grande. Es el premio Kanata de oro 2015

Es verano. El calor parece haberse instalado con toda su intensidad en la ciudad. Solo faltan ocho días para Nochebuena y en este recoveco del mundo, un adolescente tímido pone punto y aparte con tinta dorada a un año que le supo a gloria.

Fueron muchas emociones juntas para Diego, demasiadas. El reencuentro con su mamá Patricia, que llegó a Cochabamba después de casi dos años de haber estado en España, el título mundial de ráquet logrado en República Dominicana, ser testigo del sacrificio que hacen sus papás por verlo triunfar. La lista sigue, pero es necesario sintetizar.

Diego García, el mismo que fuera de la cancha se muestra como un muchacho introvertido (de esos a los que hay que sacarles las palabras como “con tirabuzón”, dicho coloquialmente), experimenta una transformación total cuando toma su raqueta y se dispone a competir. Se vuelve implacable.

“Muchos no lo reconocen ¡No pueden creer que ese corderito sea todo un tigre en la cancha!”, retrata Carmelo, el padre, impulsor e hincha de primera fila de Dieguito.

A punto de cumplir 15 años, el cochabambino campeón mundial de ráquet cierra una temporada magistral que ha sido reconocida anoche con el galardón de oro en los Premios Kanata.

Claro. Nada pudo haber sido posible sin su hermano Brayan (20 años), quien desde que Diego comenzó su carrera a los 6 años no dudó en convertirse en su entrenador y mejor amigo.

Declarado admirador del canadiense Kane Waselenchuk, Diego concluye un ciclo soñado y lo vive intensamente junto a su familia, ese pilar inquebrantable.

Carmelo, Patricia y la “dupla explosiva” nos abren las puertas de su casa, en Tiquipaya. Desde la sala, las palabras y las emociones comienzan a fluir.

P: No podías haber concluido el 2015 de mejor forma...

R: (Diego): Así es. Me siento muy feliz por recibir el premio Kanata de oro. Sin embargo, tengo una asignatura pendiente. No pude participar en el Panamericano por el tema económico. Los viajes son muy caros y no hay mucha ayuda.

P: ¿Por qué ráquet y no fútbol?

R: (Diego): En parte, fue por mi papá, que juega frontón. Primero fue mi hermano quien comenzó a practicar ráquet. Él me incentivó muchísimo. De hecho, Brayan es mi entrenador desde que empecé. Y con respecto al fútbol, solía jugar hace un tiempo, pero lo dejé porque tenía que decidirme por un solo deporte.

P: ¿Te sientes cómodo teniendo a tu hermano al lado?

R: (Diego): Mucho. Es muy lindo entrenar juntos. Él hace todo lo posible por estar siempre conmigo ya que a veces no puede por la universidad. Le agradezco mucho todo lo que hace por mí.

P: ¿Brayan, hasta dónde llegó tu voluntad por enseñarle?

R: (Brayan): Al punto que decidí mejorar, tener más elementos para entrenarlo y convertirlo en una figura fuerte. Comencé a formarlo porque el hecho de contratar un profesor es muy caro. Luego fui viendo videos e investigué cómo podía ayudarlo. Fue así como me quedé a su cargo. Gracias a Dios nos está yendo muy bien.

P: Tu mamá llegó hace dos semanas ¿cómo fue el reencuentro?

R: (Diego): La he abrazado y me puse a llorar. No tengo palabras para expresar lo feliz que me siento. Ella está con nosotros después de tanto tiempo.

P: ¿A quién sigues y admiras?

R: (Diego): A Kane Waselenchuk, un canadiense nacionalizado estadounidense. Me gusta su actitud porque es muy agresivo en la cancha.

P: Eres bastante callado ¿tú también te conviertes durante el juego?

R: (Diego): ¡Entro y los mato! Me concentro y hago todo lo posible para ganar. Me saco la mugre. Al principio siento nervios, pero ya después me voy tranquilizando y me salen los tiros.

R: (padre): Dieguito cambia totalmente. Muchas veces la gente no lo reconoce dentro y fuera de juego por su comportamiento ¡nadie puede creer que ese corderito sea todo un tigre en la cancha!

El encuentro concluye. Los García se quedan en ése círculo cómplice que han construido desde el minuto inicial de la charla.

Con un aire mucho más relajado, el campeón hace un intento por despojarse de la timidez y se anima a tocar la zampoña, uno de los hobbies que pocos le conocen.

Interpreta un fragmento de la canción Munasq´echay, de Los Kjarkas, y se despide con una sonrisa.


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