05 mayo 2014

Waterpolistas van por el gol de la igualdad



Desde un extremo de la piscina aclimatada, con la malla mojada tras haber salido del agua, Carolina Cassano mira hacia el fondo con una mezcla de rabia e impotencia. Allí los chicos están disputando un partido de waterpolo. “El número 3 es mi pareja”, señala, enojada. Porque él, como los otros, no la toma en serio cuando juega. Ni a ella ni a sus compañeras. “Da coraje que no nos apoyen”.

Es la capitana del equipo femenino de waterpolo Wilstermann JLP de Cochabamba, que entrena en la piscina Julio León Prado. No es la única que tiene a su pareja practicando esta disciplina. Tampoco es exclusivamente suyo el pensamiento de que ellas no reciben respaldo de nadie, ni siquiera de sus compañeros, que parecen no tomarlas en serio, como a cualquier rival: unos minutos antes estaban jugando varones contra mujeres y ellos han hecho caso omiso de las faltas. Hasta se han reído.

Además, hoy, sábado, la administración les ha dejado usar la piscina de forma excepcional durante dos horas para que hagamos fotos de un partido. Y los chicos han llegado media hora tarde.

Dos días antes, el entrenamiento es de 12.15 a 13.00, como siempre de lunes a viernes. Los jueves consiste en hacer ejercicios individuales y en pareja con la pelota y, para terminar, unos cuantos largos. El ambiente caliente y húmedo se impregna con el sonido del fuerte chapoteo rítmico de decenas de pies y brazos trasladándose con fuerza en el agua. Después del esfuerzo, cuando la aguja pequeña del reloj señala la una y la grande, las doce, las waterpolistas se van a la ducha. Al salir del vestuario, que da a la piscina, se encuentran con que sus compañeros han colocado las porterías en el agua: han organizado un pequeño partido. Sin contar con ellas. “Nunca jugamos los jueves”, comentan atónitas.

Son deportistas de una disciplina minoritaria y, además, este equipo es el único femenino de todo el país. Y no solo lo dicen ellas: lo corrobora el presidente de la Comisión Técnica de la Federación Boliviana de Natación (Febona), Marcos Ramírez. Por eso entrenan y compiten con hombres. “Hemos tenido que luchar para jugar con los chicos”, cuenta Patricia Soria, que ha venido a la piscina con su bebé, de tan solo unas semanas, a ver a sus compañeras.

Expresa que, al principio, únicamente les dejaban ser defensa. “Hasta que les quitamos el balón y nos tomaron en serio”.

Entrenar con hombres les favorece, según la capitana. “Los de nuestro mismo club nos ganan, pero si vamos contra los de Sucre, tenemos más base de natación que ellos”, afirma. En diciembre vencieron al conjunto chuquisaqueño masculino, aseguran orgullosas. “En Sucre, el equipo femenino de Cochabamba ganó el partido contra Chuquisaca por 6-2, mientras que el plantel de varones derrotó por 15-5 al elenco combinado entre Santa Cruz y Sucre”, informó Los Tiempos el 12 de diciembre.

Entre Carolina, Katty Morón y Alexandra (Ale) Rossell, otras dos waterpolistas, recuerdan la historia del grupo. Hace algunos años había otro equipo de damas que se fue desarmando por falta de apoyo. Quedaron apenas dos y, desde hace alrededor de tres años, han ido dando forma a un nuevo conjunto.

Varias son veteranas (aunque tienen entre 20 y 30, y pocos) del club de natación. Entrenaban por las noches y escucharon que, a mediodía, había waterpolo, y decidieron apuntarse. En esta piscina privada hay equipo masculino desde 1994, según el entrenador, José Antonio Roselio.

“En Bolivia no tenemos campos deportivos específicamente para waterpolo: no hay privados, menos públicos”, indica Ramírez, de la Febona, y quien fue fundador y primer director de la Julio León Prado. “En cualquier pública, que depende del Sedede (Servicio Departamental de Deportes), como el Estadio Departamental de Cochabamba o la Olímpica de Alto Obrajes de La Paz, cobran, no dan gratis. El Estado no subvenciona al deporte”. Tampoco hay material específico en el país, apunta: cada arco cuesta alrededor de 1.400 dólares. Como las carrileras o los balones, hay que comprarlos de Brasil o Estados Unidos. Y no se forman entrenadores para esta disciplina. “Ojalá hubiera campos deportivos de waterpolo como hay canchas sintéticas”, agrega Ramírez.

El waterpolo participó por primera vez en los Juegos Olímpicos en 1900, en París. Las waterpolistas lo hicieron 100 años después en Sydney. En diciembre, las chicas de Cochabamba recibieron de la Febona pelotas para mujeres, que tiene medida y presión diferentes. Sostienen que nunca les habían hecho un reconocimiento de este tipo.

En el waterpolo es imprescindible tener coordinación para agarrar el balón sin hundirse y no cometer faltas. Pero lo más difícil para las chicas de Cochabamba es, dicen Katty y Ale, “encontrar un equipo contra el cual jugar”.

Siete contra siete

Apenas hay documentación sobre su origen más allá de que “polo” es la pronunciación inglesa de la palabra hindi pulu, que significa pelota, según la Federación Internacional de Natación. Para diferenciarlo del deporte que se juega a caballo se le añadió la palabra water (agua). El primer partido oficial se jugó en Londres en la segunda mitad del siglo XIX. En él se enfrentan dos equipos de siete jugadores durante cuatro períodos de ocho minutos de juego real. La finalidad es marcar gol en la portería contraria. Es un deporte olímpico.


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