07 mayo 2014

Alfredo Martínez, un pionero de los nevados en Bolivia

Alfredo Martínez tenía ocho años cuando la fama ganada como el mago más pequeño del mundo lo llevó hasta la mina de Milluni a dar un espectáculo, vestido con una capa y un sombrero de copa. Ese día, mientras los espectadores aplaudían impresionados por sus trucos, el novel artista quedó admirado por la imponente presencia del Huayna Potosí a lo lejos.
"En las mañanas iba a las orillas del lago Milluni, a los pies del nevado. Recuerdo que al ver tan hermosa montaña surgió el deseo de escalarla”, cuenta Martínez, quien a punto de cumplir 80 años aún conserva el brillo en sus ojos al relatar este episodio de su vida.
Este primer encuentro con la montaña sin duda fue determinante para el inicio de una carrera dedicada al andinismo. Cambiando varas y cartas por piolets y crampones, conquistó 30 nevados, tres en territorio extranjero, como uno de los pioneros de esta práctica en Bolivia.
En 1953, una década después de su viaje a la mina, Martínez consolidó un grupo de amigos de San Pedro aficionados a los deportes extremos -entre ellos Carlos Barragán, Rolando Ávila, Héctor Lazarte y Luis May-, con quienes recorría los cerros de Llojeta y la Muela del Diablo.
Un buen día fijaron la meta de escalar el Huayna Potosí. "No teníamos idea de nada”, afirma el andinista. Así que, en busca de asesoramiento, fueron al Club Andino Boliviano, cuyos miembros los llevaron a aclimatarse al Chacaltaya y, posteriormente, los acompañaron a su destino.
Desde entonces nada lo detuvo. "La montaña fue mi vida”, sentencia mientras hojea un viejo cuaderno cargado de recortes de periódico, en los que se mencionan sus hazañas junto a otros andinistas nacionales y extranjeros, con quienes compartió innumerables experiencias.
Siguiendo los pasos del andinista boliviano Guillermo Sanjinés, uno de sus mentores y compañero de viajes, Martínez alcanzó la cima de las montañas por "amor al deporte y no por dinero”.
Con perseverancia y destreza, hizo cumbre en todos los nevados que conforman la Cordillera Real, en el Huascarán en Perú, el Aconcagua en Argentina y el Monte Blanco en Francia, entre muchos otros de 5.000 y 6.000 metros de altura.
Si bien por su experiencia y dedicación integró expediciones italianas, mexicanas, japonesas, alemanas, americanas y sudafricanas, la que más lo llena de orgullo es la que realizó junto al renombrado escalador Walter Bonatti, quien en su época fue considerado en el montañismo "como Pelé en el fútbol”.
No es sólo la satisfacción de haber escalado el Huayna Potosí junto a un entendido en los nevados, sino alcanzar la cima en un tiempo récord de 20 horas, cuando esto demanda al menos dos días. "He cumplido el sueño de mi vida”, indica emocionado.
Rescatista de alta montaña
Una de las primeras operaciones de salvataje la realizó en Viloco, en la cordillera andina de Tres Cruces, donde había caído un avión que llevaba a los jugadores de The Strongest, en 1969.
"Todo estaba desecho, pero al menos pudimos rescatar los cuerpos. Fue muy impactante”, relata.
Además de este trágico episodio, también participó en el salvataje de grandes andinistas que perdieron la vida en el imponente Illimani.
Entre ellos, el que más recuerda es el caso de Ernesto Sánchez, una joven promesa que quedó enterrada en la nieve y murió junto a otros montañistas extranjeros por el frío intenso. Aquella operación de búsqueda demoró ocho días, en los que participó una delegación de expertos italianos.
A esta experiencia se suma el rescate del andinista mexicano Miguel Figueroa, quien quedó atrapado en una grieta del Monte Blanco en Francia. "Sabía que no lo salvaría solo, así que bajé a pedir ayuda y enseguida llegó un helicóptero que lo encontró con vida”, recuerda.
Esta hazaña, en la que participó con su ingreso a la grieta con un arnés para sacar a su compañero, le valió un enorme reconocimiento en tierra extranjera y un par de publicaciones en los principales diarios de ese país.
Mirando atrás, Alfredo Martínez se siente satisfecho. No sólo conquistó nevados, ganó amistades y atesoró vivencias inolvidables, sino que también se dio el gusto de bautizar tres montañas nunca antes escaladas y fue autor de la idea de jugar fútbol en la cima del Sajama para eliminar el veto a la altura en 2001.
"En la montaña encontré a Dios”, expresa conmovido. Es una sensación que lleva en su interior desde el momento en que clavó la bandera boliviana en su primera cumbre.

Una sensación que le acompaña con el paso del tiempo, aun ahora que pinta canas y las arrugas marcan su rostro, así como él marcó la ruta en muchas superficies blancas, por pura pasión.

Su faceta como el "mago más pequeño del mundo”
Antes de incursionar en el mundo del andinismo, Alfredo Martínez dedicó los primeros años de su vida a la magia.
Entrenado por su padre, el cineasta Esteban Martínez Sandol, el "mago más pequeño del mundo”, como lo llamaban en aquel entonces, también realizaba sus presentaciones en el Teatro Municipal de La Paz.
Vestido con un elegante esmoquin negro, una impecable camisa blanca, un sombrero de copa y los zapatos bien lustrados, Alfredo salía al escenario confiado en sus habilidades.
"Tenía un ballet y una orquesta que amenizaban mis funciones en el escenario”, recuerda con una sonrisa en el rostro.
Su hermana menor era su ayudante para presentar famosos trucos como el de "Las bodas de Caná”, en el que convertía el agua en vino, o el "Suplicio chino”, que consistía en meter espadas en una caja donde estaba recostada su hermana.
Con obras como éstas, que practicaba con frecuencia, viajó por varias ciudades del país.

30
nevados
escaló Alfredo Martínez en diferentes ocasiones y con varias delegaciones.

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