02 septiembre 2012

Rapel urbano, una aventura extrema a 50 metros de altura

La adrenalina se ha apoderado de cada centímetro de mi cuerpo. En el piso 17 y a una altura de 50 metros, la ciudad no sólo muestra un panorama único, ella se ha convertido en un paisaje a conquistar, en un desafío que inicia poniendo el primer pie fuera del edificio.

Se llama urban rush, y “es el único rapel urbano a 50 metros que existe en una ciudad tan alta como La Paz ”, dice Derren Patterson uno de los socios .

Esta aventura, que se inició hace cuatro meses, está a cargo de Gravity Bolivia, que ofrece dos tipos de descensos : de frente, denominado rap jumping, y de espaldas, el modo convencional. Cuando se llega a los 20 metros finales se puede hacer caída libre. Hasta el momento se han realizado alrededor de 500 descensos.

La estructura que sostiene el rapel está construida para soportar 1.500 kilogramos de peso y fue montada siguiendo los estándares internacionales de seguridad. Tiene tres frenos. Uno operado en la parte superior por un guía, otro manipulado por la persona que hace el descenso y el último a cargo de otro guía que está en la plataforma a donde se llega al final del recorrido. Todo ha sido probado por los Bomberos de La Paz, explica el personal.

A pesar de que esta actividad es completamente segura, no es apta para cardíacos. Antes de la experiencia se debe firmar una carta en el que se declara que no se sufre alguna enfermedad al corazón.

La vista se abre a través de la estructura que sostiene en rapel y la vestimenta que se asemeja a la de un bombero. El casco y los guantes están puestos, y el entrenamiento -que es un simulacro de descenso dentro del edificio y que se repite hasta que la persona esté segura- ha terminado.

El momento llega, los nervios y la adrenalina parecen anticipar que contra todo pronóstico dejaré la seguridad que proporciona el edificio para descender por una de sus paredes exteriores y, a diferencia del Hombre Araña, no cuento con súper poderes.

Con los pies en el aire

Fuera del edificio del hotel Presidente -en pleno centro de La Paz- San Francisco, las laderas y El Alto se abren únicos e imponentes a la vista.

Los automóviles que circulan parecen inmutables y caóticos al mismo tiempo, las personas aceleran su paso y se ven minúsculas vistas desde esa altura.

Después de repetir unas cuantas veces “no voy a poder” y mencionar que tengo vértigo, el desafío de conquistar algo que parece un don digno de acróbatas, bomberos o rescatistas se convierte en una cuestión de honor. Pongo ambos pies fuera del edificio y el cuerpo poco a poco en forma horizontal.

El vértigo se convierte en algo más que tangible, mis manos tiemblan y no me atrevo a mirar nada más que no sea la pared verde. “Concéntrate en lo que estás haciendo y nada más”, me dice animándome Patterson.

Minutos antes me había descrito que en ese momento se piensa en nada y en todo al mismo tiempo. “Tal vez sea uno de los pocos momentos en la vida en que no existe el pasado o el futuro, sólo el presente”, me había dicho. Tenía toda la razón.

Después del miedo de los pasos iniciales, como al tercer metro, me detengo y me animo a ver la ciudad impulsada por una marcha de mineros -sus cascos se ven como luces brillantes reflejadas por el sol- que acaba de iniciar en plena Plaza Mayor y cuyos petardos me rescatan de una especie de abstracción.

Un grito de liberación precede a que me deje sorprender por una perspectiva de la ciudad que nunca antes había visto.

El Illimani y parte del Huayna Potosí, las laderas indiferentes a la gravedad, el convento de San Francisco, todo es sorprendente desde aquella altura.

Mientras observo una vista panorámica e increíble de la ciudad, rodeada del viento cambiante que la caracteriza, por unos segundos es posible sentir su latido , su sol vigilante y su cielo despejado. Es más, se puede tomar conciencia de que se late con ella.

A medida que se gana confianza, abajo los transeúntes se detienen para observar lo que acontece, mientras el miedo va disminuyendo. El tiempo no importa, esa es una razón más para disfrutar la experiencia.

De siete a 10 minutos me tomó bajar los 50 metros. En ese momento, en tanto la adrenalina sigue fluyendo desde la punta de los pies hasta el último de los cabellos- sólo se pueden tener dos impresiones: no volver a hacerlo y, en mi caso, querer intentarlo nuevamente.

Fernanda Ágreda, una de las guías, coincide en que “es una sensación adictiva”. Andrés Thellaeche, otro de los guías que puede hacer el rapel en cinco segundos añade: “te ayuda a desafiar la gravedad, enfrentar todos tus miedos y olvidarte de ellos”.

La sensación de adrenalina continúa agazapada en mi estómago en los minutos posteriores. Los 50 metros conquistados convierten a los temores cotidianos en minúsculos, como los transeúntes vistos desde un piso 17 y todo sin súper poderes. En tanto, me preparo para un nuevo descenso.

“(Hacer rapel) te ayuda a desafiar la gravedad, enfrentar todos tus miedos y olvidarte de ellos”.
Andrés Tellaeche, guía

Coordenadas y detalles sobre el rapel
Información Para obtener mayores datos sobre este descenso, la empresa cuenta con un perfil en Facebook denominada Gravity Assisted Mountain Biking o el la página Web: www.gravitybolivia.com


Servicio El precio por dos descensos es de 200 Bolivianos y por uno sólo es de 140 bolivianos.


Fiesta Los viernes se organizan fiestas nocturnas de rapel y disfraces.





2 comentarios:

  1. necesito saber como contactar a alguien que me pueda indcar los precios y horas de esta actividad porfavor

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