02 septiembre 2012

Juan Antonio Loayza El ajedrecista ciego que le ganó la partida a las dificultades de la vida



No fue portada de ningún diario nacional ni los canales de televisión le dieron espacio en sus noticiarios. Tampoco fue recibido con los honores que a otros deportistas, con logros menores, se les tributa. Ni las autoridades ni el presidente de la nación le enviaron siquiera una carta de felicitación. Nada de eso.

A Juan Antonio Loayza, el chuquisaqueño que ganó invicto el primer Panamericano de Ajedrez para personas ciegas y con disminución visual realizado hace más de un mes en San Luis (Argentina), lo ignoraron olímpicamente.

Pero Juan Antonio no se queja ni pide reconocimientos especiales y hasta parece acostumbrado a que así sea, porque no es la primera vez que logra estar entre los mejores del continente en esa disciplina. Tiene más de una veintena de medallas y trofeos que dan cuenta de sus victorias internacionales y nacionales.

Toño, como le dicen sus familiares, aprendió desde pequeño que, como en el ajedrez, las dificultades de la vida hay que superarlas con inteligencia, creatividad y decisión. Por eso en muchas ocasiones en las que se creía que iba a terminar derrotado por los problemas, él supo ganar la partida con un jaque mate.

El ajedrecista cumplirá el 4 de septiembre 36 años y vive en la casa que su abuela materna, Francisca Pastora viuda de Velasco, tiene en la calle Adela Zamudio, zona del barrio Obrero de la ciudad de Sucre.

Allí, en un modesto cuarto de aproximadamente 3 x 6 metros tiene su cama de plaza y media. En la habitación hay muy pocos adornos y tiene una vitrina que ha quedado chica para colocar todos sus trofeos y medallas.

En una mesa descansa su computadora portátil y lo que más llama la atención son una pelota y tableros de ajedrez hechos con restos de tapas de botellas de sodas que delatan otra de sus aficiones: realizar manualidades.

En ese ambiente un tanto desordenado y en el trayecto que hay desde allí hasta el quiosco que atiende su abuela en el extremo derecho de la casa, Juan Antonio se desplaza sin bastón y como si su visión no hubiera sido afectada por el glaucoma severo que apenas le deja ver algunas sombras y bultos cuando hay buena luz.

“Es como tener un vidrio oscuro o un vidrio catedral delante de los ojos, que no te permite ver casi nada”, explica.

A los seis meses de edad los médicos dijeron a su madre, Gladys Velasco, que su hijo primogénito padecía de la enfermedad que se caracteriza por la pérdida progresiva de la vista. Su madre, que era profesora rural, no bajó los brazos y junto a su abuela recorrió hospitales y clínicas de La Paz, Cochabamba y Argentina. Fueron varias operaciones las que le realizaron con ayuda de instituciones como la escuela y el centro de rehabilitación para personas ciegas Aprecia, pero todas sin éxito.



DE LAS DAMAS AL AJEDREZ

Por la baja visión que tenía, Juan Antonio no podía salir de su casa a jugar con los otros niños y para que se entretuviera sus tíos le crearon un tablero especial de damas. Tornillos y pernos le servían como fichas. Aprendió las reglas y luego empezó a interesarse por el ajedrez. Pero si en el juego encontraba un momento de alegría, en la parte educativa era todo lo contrario, “Él quería ir, como todos los niños, a la escuela y no podía, porque en ningún colegio querían aceptarlo. Eso me dolía mucho. Por suerte pudo ingresar a Aprecia y después a la escuela integrada Arturo Araníbar, donde le llevaba algunos años más a sus compañeros”, recuerda su mamá.

“Entró muy tarde y algunas maestras no le tenían paciencia”, recuerda Gladys. Con el pasar de los años su interés por el ajedrez fue creciendo y decidió acercarse a la Asociación Departamental de Ajedrez de Chuquisaca, que por entonces presidía Carlos Loza.“Tendría unos 12 o 13 años y era un chico de lentes muy gruesos (porque todavía tenía un poco más de visión de la que tiene ahora) que me preguntó si podía entrenar con los otros jugadores. Lo acepté y le fui enseñando algunas nociones tácticas”, recuerda Loza, que por varios años fue su maestro y guía en el ajedrez.

“Tuve la suerte de tener profesores en la asociación como Carlos Loza, que me enseñaron las reglas y las estrategias. Me tenían mucha paciencia, porque como no veía bien utilizaba el tacto. Era la primera vez que tenían un alumno ciego y hasta me prestaban libros para que me los leyeran”, cuenta Juan Antonio.

En esa misma época, los chicos de su edad con los que jugaba también le ayudaban y en la misma época en que él ingreso a la asociación también lo hizo Osvaldo Zambrano, el único boliviano que tiene el título de gran maestro, que es el máximo galardón que otorga la Federación Internacional de Ajedrez.

Zambrano iba hasta la casa de Juan Antonio y lo llevaba a la suya para practicar jugadas y otras actividades vinculadas con este deporte.

El juego también ayudó a Juan Antonio a independizarse. “Él empezó a salir solito y sin decir nada a nadie. Una vez me entró la curiosidad de saber adónde iba; lo busqué por todas partes hasta que lo encontré en el coliseo, jugando ajedrez con personas mayores. Sin decir nada me di la vuelta y me vine”, recuerda Francisca, que no esconde el orgullo que siente por su nieto.

Sin embargo, el estar en cursos inferiores a los de su edad fue para él, durante la adolescencia, un problema; quería que lo subieran de grado. Incluso no descansó hasta dar con la casa que en Sucre tenía el entonces ministro de Educación y Cultura, Enrique Ipiña Melgar, que lo atendió, escuchó su queja, pero le aclaró que él no podía hacerlo saltar grados y que tuviera la paciencia para ir curso por curso. Así lo hizo y salió bachiller del colegio Loyola Fe y Alegría, que tiene un programa para personas con discapacidad.

“Es un chico metedor que cuando se propone algo no descansa hasta lograrlo”, dice Carlos Losa, que fue su padrino de promoción.

Ingresó en la Universidad para estudiar Comunicación Social, carrera de la que se licenció y realizó una maestría en Comunicación para el Desarrollo. Durante este periodo fue profesor de ajedrez para chicos videntes en dos colegios de la capital chuquisaqueña. Pero además llegó a ser director departamental del Instituto Boliviano de la Ceguera (IBC) y durante algunos meses trabajó para la misma institución en Potosí.

Actualmente trabaja en las escuelas de deportes de la Alcaldía de Sucre e imparte clases en el IBC no solo de ajedrez, sino también de otros deportes para no videntes.



TROFEOS Y MEDALLAS. Con el galardón que obtuvo en Argentina













Mostrando algunas de las medallas que ha ganado en certámenes nacionales e internacionales

















EL AJEDRECISTA

“La ventaja que he tenido es que desde que empecé con el ajedrez he intercambiado mis experiencias con videntes y no videntes, tanto en el ajedrez como en los estudios. Es por eso que ahora yo juego torneos locales y nacionales de ambos”, explica Juan Antonio, que debutó en un certamen de su ciudad ganando apenas un punto y en el segundo no sacó ninguno, pero en el tercero que era para chicos de 16 años obtuvo su primer triunfo.

“Cuando empecé a jugar ajedrez tenía el problema de que no podía leer libros de ajedrez, porque no había libros del tema en braille. Incluso hoy es difícil conseguirlos en Bolivia. Poco a poco ese problema fue disminuyendo gracias a la computadora”, dice el ajedrecista.

Empezó a participar en certámenes internacionales en 1997, en una época en la que casi no se practicaba este deporte para no videntes en el país. En esa competencia, que se realizó en Panamá, obtuvo el cuarto lugar entre jugadores representantes de 20 países y mucho mayores que él.

En el ajedrez para ciegos las manos sirven como ojos. Los tableros tienen las casillas negras o blancas sobresalidas y cada casilla tiene un orificio donde se insertan las piezas en cada movimiento. De este modo el jugador puede tocar todo el tablero sin hacer caer las piezas y puede abstraer la posición con el tacto.

“Hay una diferencia, y es que nosotros los ciegos tenemos que valernos más de la memoria y de la imaginación. Es decir, hacer un poquito más de esfuerzo que la persona vidente, la que con un simple vistazo puede darse cuenta de las posiciones” comenta Juan Antonio, que obtuvo su primer triunfo internacional en Córdoba en 2010 contra contrincantes de Sudamérica.

Luego, sus triunfos han ido en aumento en certámenes realizados en Ecuador, Perú y también en Bolivia, ya que el año pasado se realizó un certamen internacional en Sucre, donde asistieron delegaciones de Brasil, Colombia y Perú.

Pero quizás el más importante hasta ahora ha sido el Panamericano, que ganó a principios de julio en la provincia argentina de San Luis, donde acudieron 50 jugadores y fueron cinco los representantes de Bolivia. El chuquisaqueño terminó invicto con seis puntos de siete posibles.

“En las competencias de este tipo las partidas se juegan a dos tableros para que las dos personas puedan tocar todo el tablero. Por ejemplo Eva 4 o César 6 caballo significan movimientos y una vez se canta la jugada se aprieta el reloj y no se puede volver atrás. El competidor puede anotar en braille los datos de las jugadas que se hacen, en una grabadora o en un reproductor mp3”, cuenta Juan Antonio, que ya se ha trazado un nuevo objetivo para alcanzar; quiere participar en el próximo mundial de ajedrez para no videntes el próximo año, cuya sede aún no ha sido establecida.

Sin embargo, el comunicador ya se está preparando para ese certamen. Todos los días se levanta a las 6:30 para estudiar jugadas, analizar otras y no se levanta de su computadora hasta las 10:30.

Cerca del mediodía toma el micro que lo lleva hasta la casa de su madre y de sus otros tres hermanos que viven en la zona de Alto Delicias y que está más alejado del centro de la ciudad. Allí almuerza y cerca de las 14:00 regresa al centro para dar clases en la Asociación Departamental de Deportes para Ciegos que se encuentra en las instalaciones del IBC.

Juan Antonio tiene la esperanza que algunos de sus alumnos videntes y no videntes logren nuevos títulos para el país. “Como en el ajedrez, solo hay que aprender a tener paciencia e ingenio y eso se logra con la práctica”, sentencia el campeón chuquisaqueño.



Importantes. Junto a su madre y su abuela . “Gracias a l esfuerzo de ellas yo he salido adelante”, dice Juan Antonio





















Ingenio ‘made in Bolivia’

Desde niño a Juan Antonio Loayza le han gustado los trabajos manuales. En su tiempo libre le agrada realizar figuras de origami e ir creando nuevas cosas. Una de ellas ha sido un modelo de pelota que podría servir para que los no videntes practiquen volibol. Ha realizado el prototipo de ese balón con restos de las tapas de soda y en su interior ha colocado cascabeles para que el jugador pueda identificar su ubicación.

Con los mismo materiales, que él va tejiendo con mucha paciencia, ha realizado tableros de ajedrez de diversos tamaños que piensa aplicarlos en la enseñanza de este deporte para los niños y personas que no pueden ver.

Pero sus creaciones no concluyen ahí, ya que está preparando un tablero de ajedrez en braille, que también tiene fines pedagógicos y que pretende terminar dentro de pocas semanas más.

Todos estos trabajos Juan Antonio los realiza sin ningún tipo de financiamiento y solo con el objetivo de que las nuevas generaciones de personas no videntes cuenten con más recursos que con los que él pudo contar cuando empezó en la práctica de este deporte.



Manualidad. Tejiendo uno de los tableros que luego utilizará para enseñar ajedrez a sus alumnos. Derecha: el prototipo de la pelota de volibol que espera realizar en el futuro con otros materiales

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